Muchos libros se han escrito sobre China, y más se seguirán escribiendo. Los hay como El gran sueño de China, donde el profesor Claudio Feijoo analizaba el modelo político de China y sus aspiraciones como líder mundial, sobre la lucha por el predominio entre EE.UU. y China en la era de la inteligencia artificial o novelas que reflejan la evolución de varias generaciones como la famosa Wild Swans.
China va a seguir siendo titular de atención, y creciente, en el mundo cada vez más multipolar donde China compite con EE.UU. por un nuevo orden mundial con valores y principios distintos de los que Occidente, bajo el imperio y la batuta de EE.UU., establecieron desde 1945. Las instituciones transnacionales como la ONU (con su Consejo de Seguridad bloqueado por el sistema de veto y por una representación que ya no refleja la distribución de poderes en el mundo) son cada vez más disfuncionales para resolver los grandes conflictos en el mundo.
Pero nada de todo esto, y al mismo tiempo, mucho más, es lo que ofrece el libro «Observar el arroz crecer» (guiño a la proverbial paciencia china) de Julio Ceballos. Una colección de 88 artículos cortos sobre distintos aspectos de la sociedad y el carácter chino, que como dice el autor, hacen una introducción al mismo «imposible». Quizá porque China es en parte un país inabarcable por su historia, cultura y complejidad.
China es la única gran civilización de la Antigüedad que ha sobrevivido al paso del tiempo. Atrás quedaron las épocas de dominio mesopotámicos, Egipto, Grecia, Roma, e incluso los imperios de la globalización desde la circunnavegación del globo: Portugal, España, Reino Unido. EE.UU. resiste gracias al dólar, a su dominio de los mares, de la tecnología militar, civil y espacial, a su potente sistema económico y a su asertividad en política exterior. A lo largo de los años, el dominio de los imperios se ha ido haciendo más efímero, desde los casi 3000 años de Egipto hasta los menos de 100 años, hasta ahora, de dominio de la cultura estadounidense en el mundo.
Pero China tiene un plan que pocos conocen en sus ambiciones últimas, liderado por Xi Jinping y está poniendo en la mesa todos los activos de que dispone. Su cultura milenaria, sus valores de perseverancia, meritocracia, deseo de éxito. La potencia de una sociedad de 1400 millones de personas dominada por líderes con visión de largo plazo desde el PCCh, con una lengua común, donde no se permiten veleidades como la libertad individual si pone en jaque la paz social que desea el partido. Seguridad colectiva por encima de libertad y derechos individuales.
Como explica Ceballos, el libro quizá no tiene el rigor de un académico o un historiador, porque él mismo es fundamentalmente una persona que ha conocido China en los últimos años negociando con Chinos y con occidentales, «traduciendo» a cada parte los intereses de la otra y llegando a puntos de acuerdo.
Pero el libro sí consigue transmitir por qué China va a dominar cada vez más partes del mundo en los próximos años.
En parte porque EE.UU. está retirándose de su posición como policía del orden mundial, actuando cada vez más selectivamente donde le interesa. Tiene un inmenso poder diplomático, pero ya no compromete tropas propias más que como disuasión (como los 40.000 efectivos de la Séptima Flota, la famosa Flota del Pacífico).
En segundo lugar, porque el modelo de valores basados en democracia capitalista que propugna está creando una desigualdad que amenaza su propio modelo, dentro y fuera de sus fronteras. La lucha de partidos y el populismo para ganar elecciones refuerza el descrédito de la primera democracia del mundo.
Y en tercer lugar, porque China está, por méritos propios, recuperando su posición histórica en el mundo, desde que Deng Xiaoping inició el camino de las reformas en los años ochenta del siglo pasado. Xi Jinping y los líderes del PCCh tienen una visión clara de las áreas en que China ha de ser líder y están ejecutando un plan férreo y a largo plazo al margen de ciclos electorales.