Lo primero que asalta al lector del libro El crecimiento de la información. Una historia inevitable, y eso tan solo después de leer los primeros capítulos, es una sensación de intensidad, tantas son las preguntas que se proponen y los caminos que se atisban. Y, al poco, la certidumbre de que la información -la evolución de nuestra capacidad de gestión de la información, el tema central del volumen- ha sido, es y, me temo, que será una pieza clave en nuestro devenir como personas individuales y como especie.
Aunque hay más razones, solo por estos motivos se trata de un libro necesario, muy original y que, por cierto, está excelentemente escrito como su autor sigue demostrando cada semana en su exitoso blog “Ingeniero de letras”.
El trasunto del crecimiento de la información tiene mucho de épico, un ingrediente que remueve al lector y le hace transcender de las menudeces de las preocupaciones cotidianas. Hay una forma de lectura en la que el volumen gira en torno a una larga lucha entre la luz -la información- y la oscuridad -la entropía que nos circunda y nos amenaza con envolvernos en un frío y eterno letargo-. Lo que parece nuestro simple deseo de supervivencia se transforma en las páginas del libro en una misión cósmica en la que somos los abanderados de la vida frente a la muerte y donde la información es el campo de batalla decisivo.
Es también, amén de interesante, un libro muy ambicioso. Su autor utiliza la biología, la tecnología, la economía, la sociología, la antropología, la filosofía y un sentido teleológico para llevarnos, soportado por una miríada de datos y evidencias, a considerar la información como algo vivo, dinámico, que se expande, retrocede, lucha y, en última instancia, define quiénes somos y hacia dónde nos dirigimos.
Desde el mismo prólogo, el autor nos interpela sobre lo que compartimos como seres humanos y a defendernos del reverso tenebroso de la existencia, como la fugacidad y el olvido. Igualmente, no teme abordar preguntas fundamentales: ¿Qué es la información? ¿Por qué se convirtió en un motor evolutivo esencial? ¿Cómo transformó nuestra capacidad de intercambiarla el curso de la historia? Con un estilo, a la vez accesible y profundo, Javier Jurado nos invita a explorar cómo el ADN, las palabras y los algoritmos son, en esencia, herramientas de codificación que han modelado la vida, las civilizaciones y las estructuras sociales. Más aún, nos lleva a cuestionar si la información, tal y como la entendemos, se está convirtiendo en una fuerza que amenaza con devorarnos o una aliada que podría salvarnos.
El carácter «inevitable» que Javier Jurado atribuye al crecimiento de la información se refiere a su naturaleza intrínseca como fuerza motriz de la vida y de las civilizaciones. A pesar de su contingencia y fragilidad, se opone pertinaz al crecimiento de la entropía porque obtiene con esta acumulación versatilidad para la adaptación y la innovación. Desde los primeros organismos unicelulares, la información ha sido la herramienta fundamental para adaptarse al entorno, resistir el caos impuesto por la entropía y evolucionar hacia formas de vida más complejas. Esta tendencia se replica en el desarrollo humano, donde la capacidad de crear, almacenar y transmitir información ha sido clave para el progreso cultural y tecnológico.
El autor, con un sentido que podríamos calificar de “misión”, argumenta que esta expansión no es una casualidad, sino un proceso profundamente arraigado en la lógica misma de la evolución y en la cooperación, que continúa desplegándose con cada avance, desde el lenguaje hasta la inteligencia artificial.
Uno de los grandes logros de este libro es mostrarnos la información no como un fenómeno abstracto y lejano, sino como una realidad tangible que actúa sobre nosotros mismos en múltiples niveles. Las conexiones que establece entre los primeros intercambios de sonidos en los homínidos y las complejidades del sistema financiero actual son tan sorprendentes como reveladoras. Como ejemplo paradigmático, nos invita a contemplar la evolución del lenguaje no solo como un medio de comunicación, sino como el primer sistema de intercambio que cimentó las bases de nuestra cooperación como especie.
En opinión del que escribe estas líneas, un capítulo especialmente fascinante es el que explora cómo las letras del alfabeto surgieron como un acto de rebeldía frente a la opresión. Javier Jurado relata cómo este sencillo conjunto de símbolos permitió no solo preservar la información, sino democratizarla y convertirla en un arma poderosa contra el control de las élites. Este tipo de ejemplos no solo enriquecen la narrativa, sino que la convierten en una obra profundamente humana: un relato que conecta descubrimientos científicos con movimientos sociales, ascensos políticos y luchas por la libertad y nos hace preguntarnos sobre el rol de nuevas tecnologías como la inteligencia artificial.
El libro también sobresale por su capacidad de sorprender al lector con historias llenas de curiosidades. ¿Sabían que la frecuencia de nuestra voz está diseñada para resonar de manera óptima en el oído humano? ¿O que el dinero, más que un medio de intercambio, es, en realidad, un sofisticado sistema de codificación de favores y confianza social? Cada capítulo está lleno de momentos «eureka» que invitan a detenerse y reflexionar, no solo sobre el pasado, sino sobre cómo la información moldea cada aspecto de nuestra vida contemporánea, desde los algoritmos que organizan nuestras noticias hasta las redes que construyen nuestras relaciones.
Con todo, lo que hace de El crecimiento de la información una obra que me atrevo a calificar de imprescindible, no es solo su capacidad para narrar, sino para iluminar. El autor nos permite entender que no estamos perdidos en un cúmulo de datos inconexos y confusos, sino que nuestra realidad es el resultado de un proceso histórico profundo, lleno de avances, retrocesos y luchas constantes. En un momento en el que la sobre información y la desinformación parecen aplastarnos, este libro nos ofrece una perspectiva de largo -de larguísimo- plazo que puede servir de brújula para navegar el aparente caos y vislumbrar posibles futuros.
Por último, lo que distingue a esta obra es un cierto tono esperanzador. Aunque el autor no ignora los peligros de la manipulación, la censura y la instrumentalización de la información, no se queda en el pesimismo. Más bien, nos recuerda que la historia está llena de ejemplos de cómo la humanidad ha sabido adaptarse y usar la información para cooperar, innovar y avanzar. Al cerrar el libro, es probable que el lector no solo tenga una comprensión más profunda de la información como fenómeno, sino una renovada confianza en nuestra capacidad colectiva para enfrentar los retos del presente y del futuro.
En definitiva, El crecimiento de la información no es solo un libro, es un viaje. Un viaje que nos lleva desde los orígenes de la vida hasta las complejidades de la sociedad actual, y que nos deja con una certeza: en el mundo de la información, entender es sobrevivir, pero también vivir plenamente. Este volumen es una lectura obligada para todos aquellos que estén interesados en desentrañar el entramado invisible que conecta nuestra historia, nuestra vida y nuestro futuro.