La situación de la juventud, su presente y su porvenir, siempre ha supuesto un reto intergeneracional a la hora de promover soluciones que garanticen un cambio de paradigma para las nuevas generaciones que afrontan los mismos retos nominales, pero con diferencias contextuales graves. Las instituciones públicas, independientemente de la ideología presente en las líneas de trabajo de los partidos que hubieren ostentado el poder en uno u otro periodo de nuestra historia, mantienen una deuda con aquellas personas que se hallan en los primeros años de la adultez cuya situación económico-social promete mejorar con los años. Al menos, a efectos de relato.
Para poder contextualizar adecuadamente las reflexiones contenidas en el presente artículo, se tendrá en cuenta que quedan enmarcadas en un espacio temporal de los años posteriores a la pandemia de la Covid-19 (2020) y a una territorialidad general española.
El año 2024 fue conocido como “el año súper electoral”, en tanto que hubo más de cien llamadas a las urnas para la ciudadanía a nivel mundial. En España, tuvimos la ocasión de vivir hasta cuatro de esas convocatorias en dos niveles: autonómico y europeo. Esto ha implicado una percepción compartida intergeneracionalmente de que podría categorizarse como una llamada constante de atención hacia las potenciales implicaciones que pudieren haberse derivado de los resultados de las elecciones autonómicas gallegas, vascas, catalanas y de las europeas, comunicándose discursivamente en medios como eventos profundamente determinantes para garantizar la gobernabilidad del país.
Dado que los espacios entre una llamada electoral y la siguiente suelen contar con varios meses y años entre sí, la situación de ese año y el contexto geopolítico internacional en el que nos encontramos, ha provocado una recepción de mensajes de alerta constante que, en vez de generar mayor interés —por el rol que podemos desempeñar como ciudadanos en la toma de decisiones—, lo que ha terminado por causar es un profundo hastío y desconfianza en el valor de ejercer el voto. Sentimientos que llevan —casi inevitablemente— a la desmotivación por no encontrar una respuesta contundentemente satisfactoria ante la pregunta “¿para qué?” (Eurobarómetro, 2023).
En términos cuantitativos, conviene recordar que los jóvenes suponen poco interés para un rédito político electoralista: en España el número de jóvenes de 16 a 29 años supone el 23,4% de la población de 16 a 64 años y el 17,8% de la población de 16 y más (MITES, 2023). En términos cualitativos, si bien seguimos siendo el futuro —y el presente— del país, no se nos percibe como una parte de la sociedad que sea de fácil acceso para la comunicación política tradicional.
Es por ello que, desde los movimientos asociativos juveniles en España, centramos nuestra acción en torno a las implicaciones positivas de contar con las voces de la juventud en los espacios de diseño de políticas públicas, poniendo un especial foco en el diseño de las mismas. En el caso de España, contamos con una novedad institucional ya que contamos
con un Ministerio dedicado a la Juventud y a la Infancia, siendo esto una apuesta por poner los intereses de los jóvenes en el centro de la toma de decisiones al más alto nivel. Sin embargo, es destacable reconocer que en nuestro país, las competencias sobre materia de juventud las tienen asumidas las Comunidades Autónomas.
La juventud tiene intereses diversos y perspectivas de accionar propuestas que difieren a las de otros grupos de edad, encontrando en ello una profunda riqueza para renovar nuestro potencial institucional. No en balde, somos personas que estamos construyendo nuestro futuro y queremos ser parte de las medidas que acabaremos por aplicar en nuestro día a día, como cualquier otro miembro de la sociedad. En consecuencia, vemos desde las asociaciones una manera de contribuir alejada del ruido que podemos esperar de los partidos políticos, facilitando esos canales de participación ciudadana que tanto valor aportan a la construcción y mantenimiento de las democracias más sanas.
La llamada a participar no puede verse limitada al uso del voto, mensaje que promovemos desde plataformas como Talento para el Futuro, Equipo Europa o el mismo Consejo de la Juventud, destacando que este derecho se trata del primero que podemos utilizar como puerta de entrada al ejercicio de todos los demás que nos afectan y que están viéndose mermados: acceso al mercado de trabajo y a salarios competitivos, derecho a una vivienda digna, emancipación temprana, posibilidad de mantenernos informados a pesar de contar con un noticiario hiperestimulado, etc.
Resulta fácilmente comprensible entender por qué los jóvenes que han ejercido el voto en las últimas convocatorias electorales, han decidido volcar su indignación —que no su confianza— en aquellas voces que prometían acabar con toda una estructura que se percibe altamente ajena a sus realidades diarias. Aquellos mismos cantos de sirena que ya no les prometen un futuro mejor, sino un presente en el que poder incomodar a los que pudieron haber cambiado su paradigma vital y no lo hicieron.
En un mundo lleno de complejidades cada vez más enrevesadas, se decide optar por mensajes simples y de tintes maquiavélicos: ya no importa el cómo, sino el qué. No se trata de que los jóvenes no se hayan formado, no estén interesados en cuestiones de política —en su sentido más amplio— o que no vayan a votar. Se trata de saber hablar un mismo idioma: el de la rendición de cuentas, el de hacer pedagogía sobre el impacto de las políticas públicas según sus principales beneficiarios. Se trata también de movilizarse territorialmente, de utilizar canales reconocidos por públicos jóvenes en su propio lenguaje y sin consignas partidistas (cuando se habla desde las instituciones). Por último, pero no menos importante: se trata de cambiar la dirección del origen de la relación entre representantes políticos, mundo privado y jóvenes.
Con el objetivo de combatir esta desesperanza, abogamos por participar de manera más directa y constructiva en la toma de decisiones. Promoviendo desde la sociedad civil organizada múltiples proyectos e iniciativas que pudieran permitir conocer de cerca a los representantes políticos o las medidas que se están llevando a cabo desde las instituciones, se debe trabajar conjuntamente por alcanzar un resultado que incluya las aportaciones de esta juventud que se esfuerza, se forma, facilita su experiencia —teórica y práctica — para conseguir un resultado de mejor implementación a distintas realidades.
En esta línea, es fundamental generar espacios de conversación en los que poder llevar adelante discursos y legislación que represente mejor las demandas de su ciudadanía más joven. Algunos ejemplos de iniciativas que han acercado las visiones de la ciudadanía desde una perspectiva intergeneracional pueden ser: Con Voz y Voto, Diálogos por el Futuro (Talento para el Futuro); Foro por el Futuro de Europa (Equipo Europa); Embajadas del Diálogo con la Juventud (Instituto de la Juventud, Consejo de la Juventud de España).
Estamos en ese momento en el que la política institucional y el sector privado deben ir en busca de los jóvenes, abrirse camino hacia ellos y favorecer equilibrios en su forma de relacionarse asumiendo que el formato debe transformarse. Esto implica tiempo, una apuesta fuerte que en un principio puede generar incertidumbre por aplicar nuevos enfoques, y confianza.
Esa misma confianza que encuentra un sustento estable en saber poner en valor aquellos principios que nos unen y que parecen haberse olvidado en el camino del ruido. Para alcanzar esta meta, nunca es demasiado tarde.