El Gran Oriente Medio

Si la historia se tejiese en un telar donde el tiempo pasa lentamente y donde constantemente se enrolla y desenrolla la madeja, el Gran Oriente Medio (la cornisa musulmana desde el norte de África hasta Pakistán) es un buen ejemplo de que la humanidad no progresa en línea recta.

En el corazón geográfico del Gran Oriente está el Creciente Fértil, las llanuras a lo largo de los ríos Tigris y Éufrates, y al sureste Egipto, cuya población vive mayoritariamente en el delta del Nilo. Al norte se sitúan Turquía y las repúblicas caucásicas de la antigua URSS, al sur Arabia Saudí y la costa oeste de África, clave para el tránsito marítimo hacia el Canal de Suez.

Una buena forma de concienciarse de la complejidad política en el Gran Oriente es la lectura del libro “El telar del tiempo”, de Robert D. Kaplan. Prestigioso analista geopolítico y periodista, profundo conocedor de la zona, y defensor de la invasión de Irak por EEUU tras los atentados del 11S, un momento que cambió el curso de la política exterior estadounidense en Oriente Medio. El libro plantea el debate que cuál es la mejor forma de organización política en esta zona de geoestratégica importancia.

Y es que a lo largo de los siglos, la confrontación ha sido un denominador de la evolución histórica en el Gran Oriente, cuna de los imperios mesopotámicos y de civilizaciones como la egipcia, que presenció la civilización de los califatos abasíes de la época musulmana, las luchas intestinas entre etnias y confesiones religiosas, el dominio del imperio otomano desde 1451 hasta la derrota de Turquía en la I Guerra Mundial. El troceamiento geográfico posterior bajo el protectorado de Francia y Reino Unido y la aparición de nuevos estados soberanos a mitad del siglo pasado lo conectan con la realidad del siglo XXI.

La creación de Israel desde 1947 exacerbó aún más los sentimientos de identidad nacional en torno al radicalismo islámico (incluyendo terrorismo), y todo ello en el marco de conflictos geopolíticos entre las potencias regionales (Irán, Arabia Saudí, Turquía) y las potencias globales (EEUU, Rusia y China).

El Gran Oriente Medio es un mosaico de países con culturas de larga historia, que se unen en una civilización islámica común y su idiosincrasia está afectada por el devenir de su evolución, invadidos por otras civilizaciones que han evolucionado más deprisa, pero atrapados aún por su propia historia, y cada vez más asertivos en sus ambiciones como consecuencia de su localización geográfica y recursos naturales. Varios de estos países forman parte del denominado Sur Global, y son zonas claves de interés para las grandes potencias de EEUU y China, que son dos formas de civilización con un objetivo común: dominar política y económicamente la mayor parte del mundo.

Para entender el mundo y especialmente el Gran Oriente Medio es útil distinguir entre cultura, civilización e idiosincrasia. Este triple prisma permite identificar las dinámicas remotas, el nivel de desarrollo relativo y la actitud de distintas sociedades. Las costumbres, usos y tradiciones representan la cultura, la parte más profunda de las relaciones de un grupo de humanos. La civilización es un concepto más amplio, cuando la cultura evoluciona con formas de organización, instituciones, formas de expresión cultural o artística o tecnologías que diferencian distintivamente a un grupo de humanos. La idiosincrasia se refiere a las actitudes de comunidades de personas expresadas a través de la acción política dominante de estas sociedades.

Y es aquí donde el libro “El telar del tiempo” plantea uno de los conflictos fundamentales de nuestro tiempo: ¿qué sistema político funciona mejor en esta vasta área de llena de culturas y sentimientos históricos diferenciales que aún prevalecen y que comparten el credo musulmán?

Kaplan plantea el debate en términos de imperio o anarquía, dado que ni la democracia ha tenido éxito ni las autocracias dictatoriales en estos países han conseguido evitar los conflictos y mejorar la vida de sus poblaciones, con algunas excepciones.

Hasta la derrota de Turquía en la I Guerra Mundial, el imperio otomano fue la civilización dominante, ciertamente opresora (¿qué imperio no lo es?), pero las distintas facciones pudieron convivir razonablemente, aunque también con excepciones, como el exterminio armenio y los frecuentes conflictos con los la población kurda, censada en 40 millones, repartidos en las fronteras entre Turquía, Irán, Irak y Siria.

Desde la perspectiva del conflicto, el análisis histórico en el libro de Kaplan revela que tratar de imponer la democracia y un sistema de libertades individuales y derechos occidental, que ha desembocado en primaveras árabes, anarquías y regreso a sistemas más dictatoriales que los previos (en países como Libia, Túnez, Irak o Egipto) no ha sido mejor para sus poblaciones bajo imperios previos.

Aunque quizá de forma más causal que por diseño, Estados Unidos ha sido la última gran civilización con ambición imperial que ha tratado de dominar la zona con poder duro (militar, económico, político), desde su credo judeocristiano. Con el Estado de Israel como ariete, con un cinturón de países que apoyan la convivencia y que tienen grandes recursos naturales como el caso de Arabia Saudí. Visto el resultado de implantar gobiernos democráticos títeres, Estados Unidos se rige cada vez más por intereses geoestratégicos de política y economía, abandonando cualquier intento de influir con sus valores de democracia, libertad y derechos individuales, pero al tiempo no puede dejar que Israel desaparezca de la zona. La nueva era de Trump marcará el paso.

Más recientemente, China, además llegar a acuerdos con potencias regionales de la zona, está construyendo con su plan de Franja y Ruta un corredor logístico terrestre y marítimo bajo su control. Atravesando Pakistán hasta el puerto de Gwadar en el Indico, que se une al control de Yibuti en Somalia. China está apostando pragmáticamente por invertir y desarrollar relaciones económicas con países individuales sin importar si los valores o culturas locales coinciden o no con los chinos.

Rusia, tradicional actor en el Gran Oriente desde la fallida invasión de Afganistán, ha perdido parte de su influencia con la caída de Bashar al Assad. Pero además de la alianza inquebrantable con China, mantiene buena sintonía con la Turquía de Erdogan y con Irán, el gran enemigo de Estados Unidos en Oriente Medio.

El papel de Europa está siendo cada vez más marginal y confinado a misiones políticas y militares bajo Naciones Unidas. Pero no cabe duda de que por proximidad con vecinos islámicos del Mediterráneo tendrá que involucrarse cada vez más con políticas más claras de contención de la inmigración descontrolada, de apoyo a la estabilidad política y de creación de oportunidades económicas que generen progreso y paz en los territorios de origen.

Irán es una de las claves de bóveda del edificio del Gran Oriente. Un país con 90 millones de personas, con una sociedad fuertemente formada y urbana, un potente Ejército y una actitud claramente anti-occidental y anti-israelí bajo el régimen de los ayatolas desde 1979. El conflicto actual entre Israel y Palestina sería distinto sin el apoyo de Irán a Hamás o Hizbulá.

En el futuro de la zona tendrá mucho que decir Arabia Saudí, el otro gran peso político de Oriente medio.  Musulmanes de confesión wahabí, la monarquía hereditaria liderada por Mohammed Bin Salman, sí está dando pasos de apertura y progreso a su manera que hacen que cada vez cuente más en la escena política y económica internacional. Arabia Saudí es un actor clave en los acuerdos de Abraham para normalizar la relación de Israel con sus vecinos y contrarrestar la influencia desestabilizadora de Irán en la política de Estados Unidos en la zona.

Cabe preguntarse cuál será el futuro de los países del Gran Oriente ahora que el último imperio ha dado un paso atrás en su involucración directa. ¿Predominará el caos de sus luchas intestinas hasta que no se resuelva la cuestión de Israel y su convivencia con los países de la zona? ¿Cómo evolucionará el papel de Irán, Arabia Saudí y Turquía, las tres potencias regionales más políticamente expansivas?

Estados Unidos y China son los dos grandes países con ambición civilizatoria global, y tendrán mucho que decir en el futuro del Gran Oriente Medio. Su potencia económica, tecnológica, militar y política presagian que la zona seguirá siendo convulsa en el futuro. Los imperios ya no se construyen a través de invasiones de terreno, y ambos países son los únicos con arsenal táctico y estratégico para influir decisivamente en la zona.

1 COMENTARIO

  1. Si, la situación geopolítica, cada día más, está polarizada entre EE.UU y China, donde Europa va perdiendo protagonismo por la falta de criterio y por el desastroso esfuerzo de los políticos que solo les interesan sus beneficios económicos.
    Europa tiene que reconducir su posición y saber donde se encuentra.

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Enrique Titoshttps://www.elalcazardelasideas.es/
Enrique Titos Martínez, (Granada, 1960). Casado y padre de 4 hijos. Economista graduado en UAM Madrid, postgrado en IESE Business School y en Kellogg Business University (EEUU). Ha desarrollado una trayectoria directiva en seis grupos financieros, el último en Barclays Europa y siempre relacionado con áreas financieras, de tesorería y seguros. Actualmente realiza consultoría e inversiones en proyectos relacionados con cambio de modelos de negocio por razón de la tecnología, tras reorientarse con cursos sobre Fintech y Criptomonedas en el MIT, formaciones digitales y de consejos de administración en The Valley DBS y Escuela de Consejeros. Es Consejero Asesor en la empresa Fellow Funders, Consejero Independiente de QPQ Alquiler Seguro SOCIMI y promotor de Consejos Asesores de Innovación Abierta (CAIA) en compañías establecidas como CASER Seguros. Miembro del Consejo Académico de la Fundación Fide, Director del Grupo Dinero Digital y Sistemas de Pago de Fide, Jurado de los Premios Knowsquare y fundador del Club de Lectura Know Square, y del Cineforum Mensajes de Cine.

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