Nuevos modelos de negocio: incumbentes contra insurgentes (I)

De forma algo inesperada, se nos ha calentado el verano a los españoles, y no precisamente porque la climatología siga este año por los derroteros que ya nos deparó el agobiante verano de 2017. 
Es porque la transformación digital, la Revolución 4.0, la Cuarta Revolución Industrial o la climatología del cambio digital, en su irreversible transformación de la economía y la sociedad, ha estallado una vez más poniendo de manifiesto el conflicto entre las estructuras de antes y las de ahora (incumbentes e insurgentes). Dura pugna donde cada uno tiene sus argumentos, y donde al final se impondrá lo de siempre: la eficiencia y la conveniencia para el cliente. Lo contrario sería crear silos de ineficiencia donde los últimos perjudicados son los usuarios, que no digo que no pase, porque los políticos son capaces de cualquier “proeza”. Algunos recuerdan que los coches de caballos dieron paso a los coches a comienzos del siglo XX, pero en aquel momento había menos leyes y regulación, y muchos menos derechos adquiridos. Ahora no es así, y sobre todo, todo va más rápido. Esta vez es diferente.

Los taxistas de Barcelona y Madrid se han lanzado a la calle porque no pueden soportar la competencia de los servicios VTC organizados alrededor de plataformas como Uber o Cabify. Las rentas de un monopolio organizado por concesión pública se van evaporando en un sector que pagó un alto precio por sus licencias y no sólo eso, es que no quiere reconvertirse. Es cierto que sus tarifas están reguladas frente a la no regulación de precio de las carreras de los VTC, pero ello refleja precisamente la injusticia del intervencionismo de la administración. Es cierto que el taxi como servicio público vertebra y organiza la movilidad ciudadana, dotando de una conveniencia de disponibilidad de unidades que hasta hace poco parecía aceptable. Pero los tiempos han cambiado. 
Las plataformas de VTC ofrecen precios de mercado o más baratos (si usamos como referencia el precio de los taxis), eficiencias de mercado, un servicio de conveniencia impecable, sin más requisito que disponer de una licencia VTC. El resto es gestión pura y dura de una empresa que busca sobre todo y como todas, la maximización del valor para el accionista a través de la satisfacción de los usuarios, porque sabe que éstos al final inclinarán la balanza. Ahora bien, si no hubiera taxis y todo fueran plataformas VTC que no estuvieran reguladas como las actuales, ¿no debería haber una regulación que estableciera los parámetros de servicio de movilidad pública de los servicios VTC? Para mí sin duda alguna la respuesta es sí. Creo que habrá que ver el devenir a más largo plazo del conflicto taxistas/VTC, más allá de traspasar responsabilidades estatales a las comunidades y municipios (que por cierto me parece un paso hacia la micro que no debería hacernos perder el punto de vista macro del tema). Viendo el panorama de la movilidad urbana de forma más comprehensiva, tenemos que tener en cuenta otras alternativas privadas que van emergiendo y que complementan las opciones en la contienda actual. Me refiero a las distintas alternativas de mobility sharing (Emov, Zitty, bicicletas compartidas,…).
Pero en mi opinión el punto nuclear de la digitalización es la organización del valor en la nueva economía digital. Hablo de economía porque es una de las fórmulas que usamos para explicar la sociedad. Los humanos por definición hemos respondido a incentivos de supervivencia, muy ligados con la propia economía, que no es sino la ciencia social que explica el comportamiento de las personas ante las gestión de bienes escasos. 
¿Escasos? En el antiguo paradigma, poseer activos (edificios, oficinas, plantillas, fábricas, …) se asociaba a valor porque éstos activos creaban rentas. Hoy las compañías que triunfan en los índices bursátiles tienen valoraciones donde sus activos tangibles son una parte pírrica de su valor bursátil. Su valor estriba en la capacidad de generar beneficios usando los datos, trabajando con los datos y servicios digitales que hoy usan las personas, empresas e instituciones. Son los FAANG (Facebook, Apple, Amazon, Netflix, Google) en el mundo occidental. El acrónimo en el caso de China es BAT (Baidu, Tencent, Alibaba). 
Luego no es escasez, sino capacidad de gestionar la nueva abundancia: los datos. 
Los FAANG y los BAT  son monopolios de facto que hoy trabajan con los datos que placenteramente todos los usuarios les damos de forma gratuita y que ellos revenden o utilizan para vendernos lo nuestro consciente necesita y nuestro inconsciente nos susurra al oído. Son el sueño cumplido de Peter Thiel en “De cero a uno”, un inversor tecnológico de éxito, defensor de los monopolios como elementos de creación de valor y también uno de los principales defensores de Trump en Silicon Valley en las elecciones presidenciales. 
La auténtica lucha está ahora en donde se captura el valor de los datos, de momento en las cuentas de resultados de estos gigantes, porque tienen los conocimientos, las personas y la tecnología para ello.

Una opción alternativa sería que los datos pertenezcan a las personas, como parece querer hacer Telefónica con su proyecto de cuarta plataforma. Suponiendo que se crearan estándares de portabilidad de datos, ¿qué harían las personas con sus datos? Si estos tienen un valor y ya lo creo que lo tienen, ¿venderíamos nuestros datos a los postores interesados como si de nuestra sangre se tratara? Es difícil, porque el valor del dato depende de lo que sea capaz de hacer quien lo adquiere.

Otra opción es que los datos de las personas fueran a parar a una especie de repositorio público, que a su vez lo revendiera a las grandes tecnológicas. ¿Pero sería este repositorio nacional, supranacional, y de qué forma se hace operativo y los beneficios se distribuyen al contribuyente?

Sin duda no hay respuestas fáciles, por lo que que en el tiempo previsible, las tendencias actuales de concentración de valor en estos colosos es probable que continúen. Recomiendo la lectura de este artículo de María Mazzucato del MIT que lo explica perfectamente.

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Enrique Titoshttps://www.elalcazardelasideas.es/
Enrique Titos Martínez, (Granada, 1960). Casado y padre de 4 hijos. Economista graduado en UAM Madrid, postgrado en IESE Business School y en Kellogg Business University (EEUU). Ha desarrollado una trayectoria directiva en seis grupos financieros, el último en Barclays Europa y siempre relacionado con áreas financieras, de tesorería y seguros. Actualmente realiza consultoría e inversiones en proyectos relacionados con cambio de modelos de negocio por razón de la tecnología, tras reorientarse con cursos sobre Fintech y Criptomonedas en el MIT, formaciones digitales y de consejos de administración en The Valley DBS y Escuela de Consejeros. Es Consejero Asesor en la empresa Fellow Funders, Consejero Independiente de QPQ Alquiler Seguro SOCIMI y promotor de Consejos Asesores de Innovación Abierta (CAIA) en compañías establecidas como CASER Seguros. Miembro del Consejo Académico de la Fundación Fide, Director del Grupo Dinero Digital y Sistemas de Pago de Fide, Jurado de los Premios Knowsquare y fundador del Club de Lectura Know Square, y del Cineforum Mensajes de Cine.

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