Pensar con mentalidad trágica

Los antiguos griegos inventaron el teatro, y uno de los primeros géneros fue la tragedia griega. La tragedia del momento representaba los conflictos entre los humanos y su relación con los dioses, ya que la mitología griega explicaba todo aquello que la razón de la época no alcanzaba a explicar, pero que se tenía que sufrir.

La historia griega está impregnada de pensamiento trágico. Una prolongada sequía podía ser consecuencia del enfado de la diosa Deméter que velaba por la naturaleza y la agricultura, a cuyo culto habría que realizar un sacrificio, en ocasiones humano.

Las tragedias teatrales griegas no tenían buen final, ya que o se traicionaba a los dioses o se traicionaba a los humanos, abundando en el conflicto y en el dilema. Los humanos, decían, somos representaciones de las dos caras de la moneda, los dioses Dionisos y Apolo, el báquico desenfreno y la ambición frente al orden y la verdad.

Los grandes trágicos griegos fueron Esquilo, Sófocles y Eurípides, con obras como Las Troyanas, Electra y quizá una de las tragedias por excelencia, Edipo. Edipo fue un rey que al nacer fue abandonado y creció en otra familia sin saber de su ascendencia. Los oráculos, intérpretes de los dioses, le pronosticaron que mataría a su padre y se casaría con su madre, a quienes no había conocido. La profecía se cumplió: Edipo asesina a su padre, el rey Layo, sin saber que lo era. Resuelve el enigma de la esfinge y los tebanos le nombran rey. Se casa con la viuda de Layos, su madre Yocasta, con la que tiene cuatro hijos. Al descubrirse todo, Yocasta se suicida y Edipo, parricida y culpable de incesto, se arranca los ojos.

La tragedia más contemporánea tiene en Shakespeare uno de sus mejores exponentes, pero ya no escenifica conflictos entre dioses y hombres, sino el reflejo de las debilidades intrínsecas del hombre, como El rey Lear, una tragedia sobre los afectos filiales, la vejez y la locura. Numerosos pensadores y filósofos han argumentado sobre las razones de las debilidades y pulsiones del carácter humano, como Freud. Harari en su Sapiens analiza el tránsito de la Humanidad hasta etiquetarla como nuevo dios empoderado por la ciencia y la tecnología. Los humanos hemos llegado a comprender lo que antes explicaban los dioses antiguos.

La tragedia es el hilo conductor del libro La mentalidad trágica de Robert D. Kaplan, que podría a primera vista parecer un oportunista giro literario para describir la situación geopolítica actual, si no fuera porque Kaplan ha sido un observador perspicaz de la política exterior estadounidense durante décadas, desde puestos en la Administración de Barack Obama con el Secretario de Defensa Robert Gates hasta think tanks reputados en geopolítica internacional. A cualquier espectador con mínima información de lo que acontece en el mundo hoy le resultará difícil pensar en buenas salidas a la situación geopolítica actual.

Kaplan rememora trágicas decisiones de la política exterior estadounidense como la guerra de Irak o Afganistán, moralmente justificadas para derrocar a líderes como Sadam Hussein o Muammar Gaddafi, pero que, sin embargo, desembocaron en situaciones aún peores que las precedentes. Kaplan dice que necesitamos líderes con mentalidad trágica: es decir, algo malo puede y debe pasar, pero hay que tener un buen plan para el día después. Otra cuestión es que esto sea fácil, o incluso posible en ocasiones.

Alaba el juicio de pensadores como Maurice Bowra o estadistas como Winston Churchill, que por sus experiencias previas, por su creatividad, fueron capaces de vislumbrar antes que nadie el peligro de líderes como Hitler, que intentó ser apaciguado vanamente por el entonces premier británico Neville Chamberlain cuando le entregó los Sudetes, o Stalin, que fue ayudado masivamente por Roosevelt para derrocar a Hitler.

Es por ello que Kaplan nos anima a pensar con mentalidad trágica, de inevitabilidad, porque la sensación de inmunidad y de que los conflictos están muy lejos es el peor ingrediente, el conformismo, para que la tragedia se consume. El miedo a lo que pase es la mejor venda que evita que ocurra.

La tragedia ya está pasando en Ucrania, en Israel, hay una alta tensión en Taiwan y ocurre en conflictos en África postcolonial.

Las miradas de Occidente están puestas en EEUU, pero como dice Kaplan, la memoria de EEUU es poco histórica, y hay que comprender que buena parte de los votantes no entienden lo que pasa en el resto del mundo. Populistas como Trump amenazan con dar marcha atrás como policías del mundo, salvo que les compremos su armamento y admitamos la soberanía económica de sus multinacionales en nuestros mercados sin restricciones.

A Moscú siempre le interesará más Ucrania que a EEUU, como recientemente decía un asesor del Kremlin. Después de todo, EEUU está rodeado de amplios océanos por oriente y occidente y es un país bendecido con abundantes recursos naturales y con una fuerte autonomía económica, estratégica y militar.

Pero como dice Kaplan en su inicio, en la geopolítica los mapas no lo dicen todo, lo dicen las personas con sus emociones y decisiones, porque son los que enfrentan los retos de la vida. Por eso este libro nos enseña a interesarnos por la tragedia griega y shakesperiana, y notar que quizá la tragedia no está tan lejos de Occidente, y que la Historia, de alguna forma, aunque no se repita miméticamente, sí rima.

1 COMENTARIO

  1. Muy interesante el libro y tu comentario, Enrique. “Declararnos optimistas mejora nuestro estatus moral en el grupo. Pero esta conducta no es en ningún caso racional”. Muy de acuerdo. El Homo sapiens ha llegado hasta aquí por el instinto que le inclina a ser pesimista. Ser optimista es una actitud que va contra nuestro instinto. Es una vía de evitar nuestro sesgo natural. El autor insta a los líderes a alimentar su amígdala cerebral: “Los líderes sabios son aquellos que saben que deben pensar con mentalidad trágica para evitar la tragedia. Saben que la lucha no aspira a la justicia sin más sino a lograr que se imponga el menor de los males en un mundo que no tiene cura posible, que es irremediablemente injusto. La esencia de la tragedia es tratar valientemente de arreglar el mundo, pero solo dentro de unos límites, sabiendo que muchas luchas son desgarradoras y trágicas precisamente porque son en vano. La tragedia suele consistir en aceptar el mal menor. Aceptar la tragedia significa saber que las cosas suelen salir mal y tienen a menudo consecuencias imprevistas. La tragedia no es mero fatalismo; tampoco está emparentada con el quietismo de los estoicos: es comprensión y autoconocimiento. Pensar con mentalidad trágica es saber que no todo tiene arreglo y que, a pesar de ello, la vida tiene que continuar”

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Enrique Titoshttps://www.elalcazardelasideas.es/
Enrique Titos Martínez, (Granada, 1960). Casado y padre de 4 hijos. Economista graduado en UAM Madrid, postgrado en IESE Business School y en Kellogg Business University (EEUU). Ha desarrollado una trayectoria directiva en seis grupos financieros, el último en Barclays Europa y siempre relacionado con áreas financieras, de tesorería y seguros. Actualmente realiza consultoría e inversiones en proyectos relacionados con cambio de modelos de negocio por razón de la tecnología, tras reorientarse con cursos sobre Fintech y Criptomonedas en el MIT, formaciones digitales y de consejos de administración en The Valley DBS y Escuela de Consejeros. Es Consejero Asesor en la empresa Fellow Funders, Consejero Independiente de QPQ Alquiler Seguro SOCIMI y promotor de Consejos Asesores de Innovación Abierta (CAIA) en compañías establecidas como CASER Seguros. Miembro del Consejo Académico de la Fundación Fide, Director del Grupo Dinero Digital y Sistemas de Pago de Fide, Jurado de los Premios Knowsquare y fundador del Club de Lectura Know Square, y del Cineforum Mensajes de Cine.

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