La paradoja de Escher y la geopolítica de Trump

Maurits Cornelis Escher fascinó al mundo con sus dibujos de escaleras y estructuras imposibles. Sus obras, como la famosa “Relatividad” o la “Escalera de Penrose”, muestran mundos donde la lógica parece funcionar, pero que, al mirarlos con detenimiento, revelan contradicciones insalvables: escaleras que suben y bajan eternamente, manos que se dibujan a sí mismas, objetos que desafían las leyes de la física. Esta paradoja visual, donde la ilusión de coherencia oculta una imposibilidad fundamental, es una poderosa metáfora para analizar la política exterior de Donald Trump y su impacto en el orden mundial.

Desde 2016 y de forma más decidida al inicio de su segundo mandato en 2025, Trump ha intentado restaurar la hegemonía estadounidense mediante políticas de repliegue, proteccionismo y confrontación. Sin embargo, en un mundo cada vez más multipolar e interdependiente, sus acciones han generado efectos opuestos a los pretendidos. Como en un dibujo de Escher, la política de Trump parece lógica con una mirada estrecha, pero al analizar sus consecuencias, se revela como un bucle autodestructivo que debilita a Estados Unidos y acelera el ascenso de nuevos actores globales, especialmente China.

Trump quiere imponer aranceles a China, la Unión Europea y otros socios comerciales con el objetivo de proteger la industria estadounidense y reducir el déficit comercial. Sin embargo, esta política genera una guerra comercial que perjudica tanto a empresas estadounidenses como a consumidores, encareciendo productos y afectando las cadenas de suministro globales. Paradójicamente, mientras EE.UU. se aisla, China aprovechará para fortalecer lazos comerciales con el Sur Global y la propia UE, ocupando los espacios que Washington deja vacantes. El resultado es una pérdida de influencia económica y una aceleración de la diversificación de mercados en favor de China y otras potencias emergentes.

La retórica proteccionista de Trump promete recuperar empleos industriales y mejorar el nivel de vida de los trabajadores estadounidenses. Sin embargo, en la práctica, el aumento de aranceles y las restricciones migratorias elevarán el coste de vida, afectando especialmente a los sectores más vulnerables. Mientras tanto, el Sur Global encontrará nuevas oportunidades para negociar acuerdos comerciales y tecnológicos con China y la UE, reduciendo su dependencia de EE.UU. y diversificando sus alianzas.

Trump está presionando a los aliados de la OTAN para que aumenten su gasto en defensa y cuestiona abiertamente el valor de la alianza transatlántica. Esta actitud genera desconfianza en Europa y refuerza las iniciativas de autonomía estratégica de la UE, que comienza a explorar su propia política de defensa independiente. China, observando la fragmentación occidental, ganará margen estratégico para expandir su influencia en Eurasia y África, mientras la cohesión de la OTAN y la influencia estadounidense pueden debilitarse fatalmente.

El enfoque unilateral de Trump, caracterizado por la retirada de acuerdos internacionales (como el Acuerdo de París sobre el clima o el acuerdo nuclear con Irán) y la reducción de compromisos globales, deja vacíos de poder que China y otros actores del Sur Global pueden aprovechar. China se presenta como defensora del multilateralismo y la globalización, e iniciativas como la Nueva Ruta de la Seda ganan brillo y aumenta su influencia en foros internacionales. Así, el intento de Trump de restaurar la supremacía estadounidense puede acabar reforzando el papel global de China y erosionar la legitimidad de EE.UU. como líder mundial.

Trump retiró a EE.UU. de acuerdos internacionales clave sobre cambio climático, alegando la defensa de los intereses nacionales. Sin embargo, esta retirada puede hacer que la Unión Europea y China se posicionen como líderes en sostenibilidad y transición energética, atrayendo inversiones y generando consensos globales sin la participación estadounidense.

Las políticas de Trump han tenido un efecto boomerang sobre el liderazgo de Estados Unidos. China, lejos de verse debilitada, aprovecha cada espacio dejado por Washington para consolidar su papel como potencia global. A través de megaproyectos de infraestructura, inversiones en tecnología y acuerdos comerciales, China ha tejido una red de alianzas con el Sur Global, que se beneficia de la competencia entre grandes potencias para negociar mejores condiciones y reducir la dependencia histórica de EE.UU.

La Unión Europea, por su parte, amenazada directamente por los aranceles y la hostilidad de Trump, ha impulsado debates internos sobre la necesidad de autonomía estratégica e independencia económica y debe buscar aliados confiables. Esta reacción europea, lejos de fortalecer la posición de EE.UU., la debilita, abriendo espacio para que China y otros actores ganen influencia global.

En este contexto, la paradoja de Escher se hace evidente: la búsqueda de dominio absoluto en un mundo interconectado produce bucles de contradicción y resultados opuestos a los objetivos declarados. Al intentar proteger el liderazgo de EE.UU. mediante el proteccionismo, el unilateralismo y el repliegue, Trump está facilitado la creación de nuevas referencias globales, situando a China —y, en menor medida, a la UE y el Sur Global— más en el centro del nuevo orden mundial.

La paradoja de Escher no solo reside en los efectos inmediatos de las políticas de Trump, sino en el proceso de transformación global que ha acelerado. Al debilitar alianzas tradicionales, romper consensos multilaterales y retirar a EE.UU. de organismos internacionales, Trump ha permitido que China se presente como el nuevo referente global. Pekín, a través de su diplomacia activa, inversiones estratégicas y liderazgo en temas globales, está ocupando el rol de liderazgo que Estados Unidos está dejando vacante.

El Sur Global, mientras tanto, aprovecha la fragmentación para negociar en mejores condiciones y diversificar sus alianzas, reduciendo la dependencia de Washington y abriendo la puerta a un mundo verdaderamente multipolar.

La geopolítica de Trump, vista desde la paradoja de Escher, muestra cómo intentar restaurar una hegemonía unipolar en un mundo multipolar termina atrapando a EE.UU. en bucles de contradicción, debilitando su influencia y fortaleciendo a sus competidores. Como en los dibujos de Escher, la ilusión de dominio se desvanece ante la complejidad y la realidad de un planeta compartido, donde nuevas referencias globales —con China a la cabeza— emergen allí donde antes solo se veía la sombra de una potencia hegemónica.

El siglo XXI exige reconocer la interdependencia, la cooperación y la necesidad de un liderazgo compartido. La paradoja de Escher nos recuerda que, en política global, las estrategias basadas en ilusiones de control absoluto pueden terminar acelerando justo aquello que pretenden evitar. Las alternativas a un liderazgo compartido reconociendo los potentes emergentes ya en acción no son un buen escenario.

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Enrique Titos Martínezhttps://www.elalcazardelasideas.es/
Enrique Titos Martínez, (Granada, 1960). Casado y padre de 4 hijos. Economista graduado en UAM Madrid, postgrado en IESE Business School y en Kellogg Business University (EEUU). Ha desarrollado una trayectoria profesional en varios grupos financieros nacionales e internacionales, en las áreas financieras, de tesorería y seguros. Es consejero y consultor de innovación en varias empresas, experto en procesos de transformación, habiendo liderado grupos de trabajo sobre fintech, dinero digital y sistemas de pago. Creador del Consejos Asesor de Innovación Abierta (CAIA) en Caser Seguros (Grupo Helvetia). Cofundador y Director del grupo El Alcázar de las Ideas, Jurado de los Premios Knowsquare, Fundador y Presidente de la Asociación Alexandreia Club de Lectura, y fundador de Cineforum Mensajes de Cine.

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