Una perspectiva de la crisis de España

«Never let a good crisis to go waste» es la frase que se atribuyó a Winston Churchill tras la Segunda Guerra Mundial. Hay que aprovechar las crisis para hacer reformas que de otra forma son más difíciles de implantar. O simplemente necesarias para salir.

Esta es quizá la mejor lección que se puede extraer de la lectura del libro «Crisis» de Jared Diamond, que ya reseñé hace unas semanas en este blog. En el libro, el autor analiza una serie de crisis nacionales e identifica unos patrones que permitieron a los países abordarlas en su momento. Estos patrones o terapias como él las llama son en mi opinión bastante válidos y aplicables, en todo o en parte, a cualquier crisis nacional presente o futura. 

España, país no tratado en el libro, es un candidato ideal para la aplicación del marco de análisis propuesto y este post pretende, precisamente, apuntar unas breves líneas de acción política que la sociedad española debería demandar para salir reforzados de la crisis en la que hemos entrado por el Covid-19. 

Entender la crisis de España

Pero lo primero es analizar la naturaleza de la actual crisis dominada en estos momentos por la pandemia. ¿Es una crisis particular de España o es una crisis de casi todas las naciones del mundo y marca eso alguna diferencia en cuanto a la aplicabilidad del libro de Diamond? En mi opinión no, y trataré de explicar el por qué. 

Recordemos que cuando Alemania o Japón afrontaron algunas de sus crisis el siglo pasado, el mundo acababa de ser destrozado por la Segunda Guerra Mundial, una de las dos grandes pandemias bélicas de todos los tiempos. Cuando Chile sufrió el golpe de estado de Pinochet entrábamos en los albores de la crisis del petróleo y en plena Guerra Fría, y cuando Finlandia evitó su anexión por parte de su gigantesco vecino ruso comenzaban las escaramuzas de la Segunda Gran Guerra. 

Rara vez estalla una crisis nacional en ausencia de acontecimientos externos y la geodependencia es hoy más importante que nunca. Estamos además ante un reequilibrio en el poder mundial (EEUU y Europa frente a China) y un desplazamiento del crecimiento económico del Oeste al Este del planeta. Durante buena parte del siglo pasado EEUU ha sido un país volcado allende sus fronteras, y en estos momentos este papel trata de desempeñarlo cada vez más China. España por su parte afronta su segunda gran crisis en el seno de la Unión Europea y dentro de ella habrá de resolverla.

¿Qué hacer con España?

A continuación elaboro sobre las 12 terapias del libro de Jared Diamond aplicadas al enfermo español. 

1. Hay que alcanzar un consenso nacional de que estamos en crisis

Sería necio afirmar que no existe un consenso sobre que estamos en crisis, pero sería aventurado al tiempo afirmar que los partidos políticos, reflejo cada vez más de los sentimientos de sus votantes, están de acuerdo con la naturaleza de la crisis actual. Deberíamos preguntarnos cómo hemos llegado hasta aquí y en qué aspectos se manifiesta nuestra crisis de forma específica como para hablar de nuestra propia crisis nacional. Solo con un adecuado planteamiento de partida pueden acometerse las respuestas correctas. 
España sufre una crisis de su modelo económico y social y ello ya se estaba poniendo de manifiesto antes de la crisis del Covid-19, pese a sus positivas cifras económicas, y arrastra estos problemas desde la propia crisis financiera de 2008. 
La economía española no crea suficiente valor añadido en la aplicación de nuevas tecnologías ni estas tienen suficiente base nacional, ni en la industria, que en buena parte ha dejado marchar a otros países, ni en el sector servicios, donde la investigación y desarrollo de empresas punteras brilla por su ausencia salvo en el sector turístico y en sectores relacionados con la construcción. Nuestra educación es deficiente comparada con los mejores estandares internacionales sobre todo en disciplinas STEM, tanto en fase escolar como universitaria. La administración del sector público, fragmentada regional y localmente, adolece de complejidad y rigidez excesiva. La elevada edad media de los españoles no se está acompasando con un traslado de oportunidades hacia los mayores de edad para que sean más tiempo productivos. La generación millenial afronta un futuro muy incierto y necesita respuestas. Nuestra clase política se ha polarizado en el caso de los dos grandes partidos estatalistas y el sistema electoral dificulta la posibilidad de llegar a consensos nacionales sin pagar un peaje excesivo a regiones con una agenda política cada vez más declaradamente unilateral e independentista. 
Es necesario un consenso nacional, con mayoría suficiente en el Congreso de los Diputados por parte de los dos partidos principales de alcance nacional, sobre la naturaleza de la crisis de España de cara a priorizar sobre las medidas a tomar. 
2. Aceptación de la responsabilidad nacional en la acción. 
Una vez consensuada la naturaleza de la crisis la clave está en asumir la responsabilidad nacional, no partidista ni regionalista, en las medidas a tomar. Si se imponen visiones ideologizadas de las soluciones a los problemas respondiendo a estrategias de partidos políticos o guerras de poder regionales buscando un beneficio a costa del consenso de lo que representa España como nación y como unidad de acción política tanto interna como externamente, estamos abordando el problema seguramente mal y cuando menos por trozos.
Uno de los temas más importantes es alcanzar consensos respecto de la aplicación de reformas que trasciendan legislaturas y que por tanto no corran el riesgo de descarrilar con cambios de gobierno. Y ello es así porque las reformas implicarán sacrificios y disciplina que por nuestros compromisos europeos y porque cualquier cambio desde una crisis implica catársis, transsición dolorosa frente a la situación previa.
3. Construcción de un cercado acotando los problemas nacionales a resolver. 

Hay que distinguir entre lo que es nuclear y lo que es accesorio y sobre todo priorizar, ya que todo no puede resolverse al tiempo.
España tiene un problema de unidad de acción como consecuencia de la deficiente implementación del estado de las autonomías. La fragmentación normativa provoca antisinergias y debilitan el mercado interior haciendo más compleja la vida de los ciudadanos y de las empresas en su quehacer diario.
La educación es seguramente el mayor problema al que ha de enfrentarse España ante los cambios necesarios del modelo productivo como consecuencia de la revolución digital y del envejecimiento de la población española. El fomento del talento interior en las nuevas generaciones y la extensión de oportunidades a una fuerza laboral cada vez más envejecida son una tarea irrenunciable para que España sea un lugar invertible y atraiga trabajadores exteriores cualificados, no sólo turistas o inmigrantes no cualificados.

4. Obtención de ayuda material y económica de otros países

España es un país deficitario en balanza de pagos acumulada (debe dinero al exterior) por el 80% de su PIB y necesita capital exterior. La deuda pública es una de las más abultadas de la Eurozona (ya superior al 100% del PIB) y registramos déficit público año tras año desde la crisis financiera de 2008. En sus fundamentos, España es un país con débil base industrial (menos del 12% del PIB frente a una media de más del 20% en Europa) y es muy dependiente del sector servicios (+ 60% del PIB). España es una economía muy abierta al exterior y por tanto muy dependiente de sus condiciones financieras y comerciales.
Al no tener moneda propia, los shocks económicos se trasladan a ajustes de precios interiores relativos o a caídas de la demanda con demoledores efectos en el mercado laboral, aún excesivamente rígido y donde el talento y la educación (especialmente en formación profesional pero también la formación universitaria) están poco prestigiadas y cada vez menos alineadas con las necesidades de las empresas. 
España, pues, necesita de una financiación exterior permanente que ya se ha convertido en crónica a través de los préstamos del BCE a los bancos españoles que a su vez prestan a empresas y familias, y necesitará mucho más como consecuencia de la crisis económica provocada por el Covid-19, especialmente punitiva para España por su dependencia del turismo, del libre movimiento de personas y la escasa capacidad industrial en términos relativos. 

5. Adopción de experiencias de otros países como modelo de resolución

Si admitimos que educación y envejecimiento son dos de los principales problemas de España, hay referencias internacionales válidas como el sistema educativo de Finlandia, donde la educación pública, además de ser gratuita, es de extraordinaria calidad y donde los profesores son elementos claves y respetados en el sistema de enseñanza, adaptándose continuamente a las nuevas tecnologías. Incluso el gobierno finlandés ha lanzado un curso gratuito sobre inteligencia artificial para toda la población. 
En materia de envejecimiento, Japón está dando pasos muy importantes en la robotización de la asistencia a las personas mayores, que puede combinarse con la atención por humanos y que al mismo tiempo supone una iniciativa de innovación y experimentación con nuevas tecnologías de forma que a su vez incrementa la investigación nacional. España necesitaría una agenda frente al envejecimiento, con una colaboración público-privada donde presupuestos públicos apoyen la investigación y desarrollo de prototipos que a la larga podrían suponer un reflorecimiento de la industria nacional en este ámbito. 
Los jóvenes de España son una población de riesgo amenazada con ser una generación perdida. Enlatados en un sistema educativo que no está preparado para el futuro y con la losa de los compromisos de las pensiones para la población cada vez más envejecida, necesitan programas de inversión que les permita construir un futuro. 
6. Existencia de una identidad nacional

Decía Ortega y Gasset que “un pueblo que camina unido hacia un proyecto ilusionante de futuro es el mejor pegamento social porque construye un sentimiento compartido”. Países con fuerte identidad son países orgullosos de lo que son y lo que han hecho a lo largo de su historia. 
La identidad como nación es un relato de orgullo que impregna el sentimiento. Es el fortalecimiento de los hechos que nos hacen similares, relegando a un segundo plano lo que nos hacen distintos. Los sentimientos de identidad son confrontacionales cuando tratan de ser excluyentes y no complementarios o no se subordinan a un sentimiento nacional predominante.
Posiblemente la identidad nacional, o el entendimiento de lo que es dicha identidad nacional es uno de los problemas mayores para aunar esfuerzos en España. Esta identidad donde se mezclan sentimientos que dirigen una delicada agenda de país en combinación con los intereses de las autonomías históricas representa sin duda un colosal derroche de energía si no se contienen las aspiraciones de procesos autonómicos sin fin o los Intentos de independencia de los territorios.

7. Existencia de una autoevaluación honesta nacional

Uno de los más difíciles equilibrios en situaciones de crisis consiste en encontrar el balance entre positivos y negativos. Se dice que “un pesimista es un optimista bien informado“, otras veces que “un optimista sin cautela ve demasiadas oportunidades en todo”. Hay que encontrar el balance apropiado identificando situaciones de crisis, las fortalezas y las debilidades, amenazas y oportunidades.
El reconocer que hay cosas que se hicieron mal y que están en la base de nuestros problemas hoy es el primer paso. Por ejemplo, la dificultad de progresar sobre una conversación de país con un sistema electoral donde la representación de partidos concentrados en regiones está favorecido frente a los partidos con ámbito nacional dentro del Congreso de los Diputados supone un cada vez más complejo debate entre intereses de país e intereses de las autonomías. 
Los partidos políticos mayoritarios, muñidores de la Constitución Española que fue buena como punto de despegue de la democracia en España, han de ser los artífices de esa reflexión tendente a ¨cosas a mejorar¨ después de la experiencia de los últimos 40 años de régimen democrático. La polarización y la falta de tolerancia mutua de los dos grandes partidos es uno de los mayores problemas actuales de España. 

8. Usar la experiencia histórica de crisis similares anteriores

Lamentablemente, España tiene un precedente de triste recuerdo con la Segunda República y los desencuentros y acciones que dieron lugar a la Guerra Civil española. Fue entonces una visión ideologizada y mal ejecutada de una transición a un régimen muy distinto de la monarquía parlamentaria con alternancia de liberales y conservadores que habían marcado el devenir político en España desde la segunda mitad del siglo XIX. Fueron también las acciones radicales de terrorismo de estado las que enconaron a las distintas facciones y que desembocaron primero en el alzamiento militar, la guerra y una dictadura que nos alejó del ritmo de progreso europeo durante casi 40 años. 
Nuestra propia experiencia y la de países como Chile cuando el gobierno de izquierdas de Salvador Allende fue derrocado por el golpe militar de Augusto Pinochet en 1973, son poderosos reclamos para recordar la necesidad de un diálogo entre los dos principales partidos políticos de España. Si bien ahora no estamos ante riesgos de confrontación bélica, la tensión social y la polarización política está creciendo. 
El punto y aparte que supuso la transición democrática española tras la dictadura de Franco ha sido usado como referencia modélica hasta hace pocos años. Ahora son necesarios nuevos pactos estatales para abordar desde la unidad nacional los nuevos problemas que enfrenta España, agravados con la crisis del Covid-19.
9. Asunción de los fracasos nacionales

La crisis del Covid-19 tiene escala mundial pero cada país va a sufrir un impacto desigual en función de su estructura económica de partida, de su gestión de la crisis sanitaria y del nivel de acierto en sus políticas económicas y sociales de apoyo a empresas y familias. 
La crisis del Covid-19 no debe ocultar los fracasos de partida de las políticas de los últimos 30 años. Con la excepción de un puñado de empresas grandes que han conseguido internacionalizarse e incluso ser referentes globales en sus sectores, España ha fallado en la implementación de políticas que permitan un crecimiento económico sostenido fuera de España, el tamaño medio de las empresas es pequeño para competir internacionalmente además de estar fuertemente endeudado. Esto explica en parte el histórico atraso del capital privado en España.
Quizá el más doloroso fracaso de política económica es la endémica tasa de paro, siempre por encima de la media europea, señal de la falta de impulso de la economía para generar empleo junto con déficits de formación y políticas que no han fomentado el autoempleo, la formación continua y han seguido alimentando la economía sumergida y la dependencia de subvenciones públicas. 
Como consecuencia de todo ello, los ingresos públicos en términos de PIB son inferiores en casi un 4% a la media comunitaria, siendo uno de los factores que consolida nuestro déficit público crónico.

10. Flexibilidad nacional en situaciones específicas

La adaptabilidad y reacción de España ante situaciones de crisis es casi una seña emblemática de los ciudadanos y empresas. Han sido necesarios grandes obstáculos para abordar retos antes insalvables. El esfuerzo de las empresas españolas por internacionalizarse sobre todo después de la última crisis financiera de 2008 puede ser uno de ellos, pero hay que reconocer que tras la adopción del euro en 1999 y con la excepción de la crisis de 2008 España ha hecho pocos ajustes en su modelo económico y social para ser más resistente ante crisis exteriores. 
Quizá la falta de consenso nacional en los momentos de crisis, su reconocimiento tardío o el confinamiento de la crisis a un sector (en 2008 parecía tratarse sólo de una crisis bancaria y del sector inmobiliario) no han ayudado a abordar problemas más profundos que siguen creciendo de forma silente: la disminución de la población activa, la poca productividad relativa, o la losa de los compromisos futuros como consecuencia de las necesidades del sistema de pensiones. Todo ello acrecienta las nubes y oscurece las expectativas de los ciudadanos y empresas. 
Serían necesarios pactos entre partidos con alcance de varias legislaturas para acometer cambios en las leyes laborales, en el estímulo del mercado interior, en el fomento de nuevas formas y contenidos educativos y en una promoción constante de España como destino inversor y no solo turístico. 

11. Valores centrales nacionales 
Las naciones que han superado crisis pasadas han precisado de actitudes de sus poblaciones y de sus líderes donde unos valores compartidos son centrales cuando se trata de abordar sacrificios. No hay esfuerzo sin sufrimiento, y no hay sufrimiento tolerable si no hay confianza de un futuro mejor. 
Es mítico el orgullo de los británicos, su curiosidad a lo largo de la historia, su inconformismo y deseo de exploración. El colectivismo de la sociedad japonesa, sus normas de funcionamiento social son una maquinaria engrasada que sólo ha quebrado con motivo de la Segunda Guerra Mundial. El trabajo duro y metódico de los países del norte de Europa les ha permitido afrontar su aislamiento convirtiéndose en referentes de productividad y con sistemas políticos con alto estandard de funcionamiento. EEUU encarna los valores de la innovación y el liderazgo en varios frentes desde mitad del siglo XX y en China hay una enfermiza necesidad de mejora económica para recuperar el puesto como primera potencia mundial que tuvo hasta el siglo XVII.
España ha de encontrar sus propios valores centrales para abordar esta crisis: uno podría ser la adaptabilidad antes mencionada ante situaciones de crisis, nuestro talento creativo y nuestra sociabilidad. La historia no anima a ser muy positivo con España por el continuo daño que nos hemos autoinfligido a lo largo de nuestra historia. Se atribuye a Bismark la famosa frase: «España es la nación más fuerte del mundo. Lleva siglos intentando autodestruirse pero no lo consigue. El día que dejen de intentarlo, volverán a ser la vanguardia del mundo». No será para tanto, pero ojalá dejemos de autodestruirnos y de improvisar en situaciones de dificultad.

12. Ausencia de constreñimientos geopolíticos

Cuando un país afronta una crisis lo que menos necesita es injerencia extranjera, ya que interfiere en los asuntos nacionales, aunque sí puede que necesite ayuda. Países como Chile cambiaron de régimen en 1973 como consecuencia de la implicación de EEUU en la caída de Allende, y en Alemania se cebó el resentimiento durante la república de Weimar tras las compensaciones de guerra a las que fue forzada a pagar tras la Primera Guerra. 
En el mundo sutil de la geopolítica y con menos guerras convencionales que nunca antes en la historia, las interferencias de países terceros se producen a través de la economía, la presión política o las guerras de información. Los países son ya piezas en un tablero de ajedrez mundial donde los ataques pueden provenir desde distintos puntos. 
Para España es clave definir sus intereses en el seno de la Unión Europea y como país miembro del Euro. Pero además de contribuir a una Unión Europea que no quede definitivamente descolgada de la pugna política, comercial y tecnológica entre EEUU y China, España debe ser un participante activo y confiable del resto de socios europeos y definir mejor no sólo lo que recibe de la UE sino también la forma en la que contribuye. 

El papel de los líderes políticos

A lo largo de la historia de los países, el papel de los líderes ha sido determinante en su futuro, ya que no en vano ellos encarnan la voluntad y capacidad de acción, sea cual sea el sistema político. No cabe duda que países con buenos líderes tienen a la larga más éxito. Si evaluar a un líder implica evaluar los resultados de su gestión entonces al menos hay 4 problemas para hacerlo. 
Uno es el horizonte temporal. Cuál es el plazo realista en el cual han de producirse mejoras con respecto a la situación de partida cuando el líder asumió el cargo.
Otro es el punto de partida. No todas las crisis nacionales son iguales, las hay que necesitan una generación completa mientras que otras se pueden acometer en menos plazo.
Otro es las diferentes percepciones de los evaluadores. Los evaluadores somos los propios electores con nuestras percepciones modificadas a través de los medios de comunicación. Una de las batallas más difíciles es la ideología, donde cada campo valora los actos del líder en función de la proximidad a su ideario. 
Otro son las formas. Aquí hay que distinguir a los líderes inclusivos frente a los excluyentes o con tendencias autocráticas. Sus formas de actuar determinan el nivel de conexión con idearios y personas de pensamiento distinto. 
En la situación actual donde la democracia liberal está en juego en varias partes del mundo, incluyendo EEUU como cuna de la democracia initerrumpida más antigua, en el libro «Cómo mueren las democracias» de Steven Levitsky y Daniel Ziblatt se apuntan rasgos de los líderes autocráticos en función de 4 comportamientos:
  • Rechazo o débil aceptación de las reglas del juego democrático
  • Negación de la legitimidad de los adversarios políticos
  • Tolerancia o fomento de la violencia
  • Predisposición a restringir las libertades civiles de la oposición, incluidos los medios de comunicación.  

La pugna entre sistemas democráticos y sistemas autocráticos en esta nueva fase de la historia de la humanidad determinará la forma de salir de la crisis empeorada por los efectos del Covid-19. España no será ajena a esta pugna.

2 COMENTARIOS

  1. Enrique,

    Muchas gracias por compartir tu punto de vista, siempre informado y certero.

    Varias de las soluciones que planteas tienen que ver con un acuerdo de los dos mayores partidos políticos y una visión (y acción) nacional (de España) compartida ampliamente. Titánicas aspiraciones.

    Ortega dice que la política es necesariamente superficial, creo que tiene razón y por eso (y, quizás, deformación profesional) veo que el campo de actuación está en las ideas de fondo – como tu último párrafo sobre la democracia liberal.

    Deseo que sigas estimulando el pensamiento y el debate. Es muy necesario.

  2. Gracias por tu comentario Jose Luis. A mi me gustaría que como sociedad civil participáramos mas en el debate de ideas -este post modestamente lo pretende – y no ser solo receptores reactivos de las ideas de partidos que pretenden sobre todo el poder, traicionando ideas antes expresadas o persiguiendo ideas fuera de contexto o que se han demostrado fallidas

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Enrique Titoshttps://www.elalcazardelasideas.es/
Enrique Titos Martínez, (Granada, 1960). Casado y padre de 4 hijos. Economista graduado en UAM Madrid, postgrado en IESE Business School y en Kellogg Business University (EEUU). Ha desarrollado una trayectoria directiva en seis grupos financieros, el último en Barclays Europa y siempre relacionado con áreas financieras, de tesorería y seguros. Actualmente realiza consultoría e inversiones en proyectos relacionados con cambio de modelos de negocio por razón de la tecnología, tras reorientarse con cursos sobre Fintech y Criptomonedas en el MIT, formaciones digitales y de consejos de administración en The Valley DBS y Escuela de Consejeros. Es Consejero Asesor en la empresa Fellow Funders, Consejero Independiente de QPQ Alquiler Seguro SOCIMI y promotor de Consejos Asesores de Innovación Abierta (CAIA) en compañías establecidas como CASER Seguros. Miembro del Consejo Académico de la Fundación Fide, Director del Grupo Dinero Digital y Sistemas de Pago de Fide, Jurado de los Premios Knowsquare y fundador del Club de Lectura Know Square, y del Cineforum Mensajes de Cine.

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