Transcribo a continuación una descripción de una boda en Senegal hecha por mi amiga Ánsel de la Rubia. Además del valor intrínseco de la descripción que hace Ánsel como testigo presencial, me gustaría destacar a Ánsel misma.
Ánsel es cooperante en una pequeña ciudad de Senegal, Mbour. Lleva ya un tiempo dedicando su vida a echar una mano en mil tareas que se presentan allí. La conocí el año pasado y, gracias a ella, pudimos llegar a una pequeñísima aldea -que yo digo que es la aldea de Tarzán por su parecido- en la que pusimos en marcha un proyecto de construcción de una escuela. El proyecto quedó finalizado en unos meses, pero no con ello terminaron las necesidades de la gente que vive allí. Su agradecimiento es tan infinito como lo son esas necesidades.
Ánsel también colabora con hospitales y colegios locales. La vida en la eterna primavera-verano de Dakar o de las playas de Sali puede tener sus atractivos, pero la vida que lleva Ánsel en Mbour sólo tiene la recompensa de la felicidad que emana de la satisfacción de hacer lo que está bien y las caras llenas de sonrisas llenas de dientes -y huecos- de los niños de la zona.
Ánsel no ha querido compartir con nosotros en esta primera participación su experiencia de voluntariado, ni sus alegrías ni sus decepciones con un mundo en el que la ley de la jungla impera de forma despiadada. Aquí, en Europa, también, me diréis. Y es cierto, pero aquí las consecuencias de ser el perdedor se suplen con muchas ayudas y posibilidades. Allí, Ánsel no tiene más que sus propias fuerzas… y las que podamos mandarle desde aquí nosotros.
Va el relato…
La celebración de un matrimonio en Senegal se convierte siempre en un hecho extraordinario, ya que rompe con la rutina diaria de los habitantes de este país en la que prácticamente nunca pasa nada que altere el devenir de los días. También es un acontecimiento extraordinario, no tanto para los contrayentes como para todo aquel que de manera directa o indirecta está relacionado con el evento.
Según la etnia de las familias –péulh, serer, wolof, mandinga, bambara, tuculeur, diola – la celebración de la boda puede durar de uno a tres días.
Los matrimonios suelen ser pactados por las familias de los novios y salvo excepciones, existe una diferencia de edad considerable entre la novia (más joven) y el novio, razón por la cual, entre otras donde destaca la ausencia de amor en el 99% de los casos, más a menudo de lo que debiera el día de la boda suele ser triste para ellas (las obligan a convivir con alguien que ni conocen a veces) y liberador para ellos (dejan atrás su soltería; el Islam recomienda casarse y tener un hijo varón encarecidamente; llave, este último requisito, que abre la puerta del Paraíso). Salvo excepciones, los recién casados vivirán en casa de los padres de él.
Para los senegaleses, el matrimonio significa ante todo una alianza entre familias. Es muy común que el enlace tenga lugar entre primos, se conozcan o no de antemano. Por regla general ambos contrayentes han de dar su consentimiento antes de unir sus vidas y la mujer tiene derecho a rechazar a uno de los pretendientes impuestos (premisa que contradice el manifiesto anterior). Por fortuna para mis amigos Maloume y Noah (los dos enlaces a los que he asistido como invitada) sus bodas fueron ajenas a imposiciones familiares; se casaron con alguien que les gusta y con la que se llevan bien.
El ceremonial comienza una semana antes de la fecha de las nupcias. El novio ofrece a la familia de la novia “la dote”: una cantidad determinada de dinero (variable según el poder adquisitivo) acompañada de animales, cereales, bienes materiales e incluso casas quien se lo pueda permitir. Maloume entregó 600.000 F cfa (916 €), todo un capital, quimérico para la mayor parte de las familias de este país. La novia, a su vez, recibe ese mismo día su primer regalo de parte de la madrina del novio. Debido a la crisis de valores tradicionales que comienza a imperar, algunas mujeres exigen una cantidad concreta de dinero a entregar como dote bajo amenaza de no casarse en caso de que el novio no cumpla con dicho requisito. También depende de la solvencia económica el número de comidas (de una a tres), el tipo de viandas que se ofrecerá a los invitados a lo largo de la fiesta y el cambio de ropa de los novios durante la jornada: de una a cinco -maquillaje incluido en ellas- y entre una y dos veces para los familiares más próximos. Astou, la novia que nos acompañará en este relato, se cambió tres veces de ropa: la cuarta hubo de anularse por causas de fuerza mayor.
Entre los defectos del carácter senegalés se encuentran la ostentación y la presuntuosidad: al que ha triunfado o aquel al que la vida le trata bien, no le duelen prendas para presumir de ello; bodas (y bautizos) suelen ser una ocasión nada desdeñable para mostrarlo, aunque no en el caso que nos ocupa.
El día anterior a la ceremonia el novio hace entrega de 50.000 F cfa (76,33 €) al padre de la novia de los cuales 3.000 (4.58 €) serán para uso y disfrute de la contrayente, 15.000 (22,90 €) para la compra simbólica de una cabra, otros 15.000 para entregar en la mezquita y el resto, 17.000 (25,95 €) quedan en guarda y custodia del futuro suegro.
En toda boda que se precie determinados personajes merecen una mención especial:
- La madrina/ padrino o djambar (hombre o mujer valiente). Persona de confianza muy cercana a las familias; se encarga de supervisar y dirigir la ceremonia a lo largo del día, sobre todo de que los contrayentes, en especial la novia, encuentren siempre apoyo afectivo y moral entre la algarabía de la jornada. En esta ocasión, fue el novio quien disfrutó del buen hacer de este personaje entrañable.
- Griot: la trovadora del barrio que durante toda la jornada y con mucha bomba y boato, se deshace en halagos hacia ambas familias deseando parabienes al futuro matrimonio sin mayor intención que sacar unas perrillas que le faciliten un poco más la vida.
EL DÍA DE LA BODA
Comienza el gran día en el que los novios, Maloume y Astou, sólo podrán verse por la noche. La mañana sucede de manera tranquila; llegan los últimos parientes, vecinos que se acercan a saludar, a dar la enhorabuena a la familia y a los novios con protocolos de cortesía interminables: ¿qué tal estás, cómo ha ido el viaje, y tu madre, y tu padre, el trabajo, los niños, tus vecinos, la mañana, los negocios, los cultivos, las cabras, las vacas, los pollos, los corderos…? La duración del saludo determina la consideración y respeto que se profesan ambas partes, primera e imprescindible costumbre social que los europeos hemos de aprender.
Para el invitado ajeno a la familia el día transcurre sin más entretenimiento que la paciente espera y la observación de lo que acontece alrededor: las mujeres se afanan en preparar las viandas para toda la jornada, siempre dicharacheras y escandalosas, risueñas, hermosas, presumidas y elegantes, majestuosas. Los hombres a la sombra del mango que más fresquito dé o en el salón viendo la tele y bebiendo athaia (té senegalés), a cuerpo de rey. Las mujeres de mayor edad pasan la jornada tumbadas en un colchón a la espera de acontecimientos.
El desfile de ropajes llenos de colorido y diseños diversos bien merecen una tesis doctoral. No existe un diseño de ropa de mujer igual a otro. Colores alegres, intensos, extraordinariamente bien combinados que ganan en fuerza y belleza sobre esa piel canela y a su vez enaltecen la de quien lo lleva. Ellas se muestran altivas a veces, cuando de antemano se saben el centro de atención; coquetas y hermosas siempre. Distinguidos y regios ellos. Elegantes ellas y ellos siempre, sin excepción.
Son las parientes de la novia las que se encargan de preparar la comida para ambas familias. El gasto está incluido en el dinero que el novio entrega una semana antes a la familia de su futura mujer junto al resto de la dote.
Para hacer más llevadera la espera hasta que llegue la hora de comer, las mujeres reparten vasos de soow: yogur natural bastante espeso y muy rico con sabor a vainilla. También se bebe bissap (la bebida nacional): infusión roja de hojas de hibisco aromatizada con menta, hierbabuena o jengibre y también bouy o pain du singe (pan de mono): batido del fruto del baobab con nata y vainilla. Deliciosos todos y también demasiado dulces.
Las féminas por parte de la novia recorren con algarabía las calles portando la comida a casa del novio; si ésta se encontrara a cierta distancia, se bajan del coche un par de calles antes para que todo el barrio esté al tanto de su llegada. Invitados y familiares se colocan a lo largo del pasillo para rendir honores a las cocineras mientras se canta y se baila sin parar acompañados del imprescindible sonido del djembé (tambor senegalés).
La comida, junto a la bebida y la fruta, se entrega en una enorme fuente que posteriormente se distribuirá en varias bandejas; hombres y mujeres comen por separado y si hay algún invitado excepcional, lo hará siempre en la bandeja del novio o de la novia.
Primera comida del día sobre las cuatro de la tarde: Thiebouyapp:arroz con carne de cordero asada.
Los trozos de cordero se cortan para distribuirlos de manera equitativa en cada una de las bandejas; lo mismo se hace con el resto de ingredientes: tomate, pepino, rodajas de pimiento verde, aceitunas, huevo cocido, salsa de cebolla, salsa picante y huevo cocido. La carne se troceará una vez más en pedazos pequeños para que todo el mundo pueda comerla. La regla sagrada africana: compartir. La carne se considera un lujo en este país donde muy pocos tiene el privilegio de poder comerla con asiduidad y menos aún que sea de relativa calidad.
Los senegaleses no tienen costumbre de beber durante las comidas. Lo hacen una vez terminada ésta y compartiendo vaso. Tienen, eso sí, la deferencia de ofrecer uno aparte a los invitados.
Se acercan las cinco de la tarde, momento para la celebración de la ceremonia religiosaque tiene lugar en la Mezquita después de la tercera oración del día (Asr) a la que acude sólo el personal masculino: hermanos, amigos y parientes de los novios. Tras la plegaria, el imam pronuncia los votos del matrimonio y son los padres de los contrayentes los que dan el consentimiento ante los testigos.
A partir de entonces se cantan y recitan bendiciones para los recién casados y el padrino, en nombre del novio, reparte la nuez de colaentre los asistentes: fruto amargo que lleva implícito un gran simbolismo: signo de unión, de acercamiento, de perdón. Tiene este fruto un alto significado y relevancia social. Por ejemplo, si dos personas han discutido y una de ellas desea reconciliarse, irá a casa del ofendido para entregarle nuez de cola como muestra de su disposición al entendimiento.
Existe todo un ritual para preparar a la novia, ya que se trata del día más importante de su vida: el paso de la adolescencia a la edad adulta. Las mujeres la instruyen en el arte del buen comportamiento para con su marido y en el no menos importante de la seducción. Se le realiza un lavado tradicional de todo el cuerpo siguiendo los cánones de un rito bien preciso ante una asamblea femenina compuesta por su madre, sus hermanas, amigas íntimas, primas y las madres de éstas. Las mujeres mayores invocan a sus ancestros mientras vierten un poco de agua sobre la cabeza de la futura esposa.
En el momento en el que la ceremonia religiosa tiene lugar, la novia ha de estar vestida de blanco sentada en la cama de la habitación de su madre. También llevará gris- gris en el cuello (amuletos) que la protegerán de los malos espíritus. Si la novia no pudiera permitirse un traje blanco al completo, ha de llevar dos paños de ese color: uno atado a la cadera y otro cubriéndole el pecho y la cabeza.
Tras la ceremonia, los amigos del marido van a felicitar a la recién casada, halagarla, agradecerle el haberse casado con su amigo y darle también consejos para una buena convivencia. Serán los encargados también de ayudarla a trasladar el equipaje a su nueva casa.
Según la tradición de las distintas etnias, la recién casada puede permanecer entre un día y tres meses en casa de sus padres antes de mudarse definitivamente a su nuevo hogar. Maloume y su séquito femenino se cambian de ropa para celebrar el recién estrenado matrimonio. La tarde transcurre de manera apacible en casa del novio, amenizada durante unos minutos por el sensual y alegre baile de Charlotte -parisina recién llegada a Mbour la noche anterior a la boda- a ritmo del djembé que toca Cuke, un español. Nada más “salir a escena” la mujer más anciana le lanza un pareo para que se cubra las piernas, algo que sólo hará en la segunda actuación tras la negativa del novio a que lo haga en primer lugar. Al contrario de lo que sucede con el pecho, enseñar las piernas en exceso está considerado como algo muy indecoroso en Senegal según las mentes más conservadoras.
Segundo cambio de ropa de Maloume tras la celebración del rito en la Mezquita
Sobre las nueve de la noche las mujeres se trasladan, enormes cestas de regalo en mano, a casa de la novia para entregarle obsequios de parte de la familia de su ya marido. Maloume se queda solo en casa, más tarde se unirá a la celebración y comenzará la gran fiesta amenizada con cantos, música y bailes que durarán hasta el amanecer.
Una gran puesta en escena las recibe delante de la fachada principal: luz multicolor, equipo de música descomunal y una hilera de invitados sentados a ambos lados de una alfombra roja custodian una especie del altar adornado con flores. Se diría el escenario ideal para un pase de modelos.
Las mujeres de ambas partes se reúnen en una amplia habitación; cada una recibe una bolsita con una bebida, un dulce y un recipiente de alumnio con vermicelle-yapp (fideos con carne y salsa de cebolla). Es el regalo que la recién casada ofrece a sus invitados.
Una vez que todas se han acomodado, la djambar, portavoz del novio, entrega con humildad los regalos para la recién casada. La griot, representante de la familia de la esposa, es la única que permanece de pie mientras expone su discurso pomposo acompañado de gestos exagerados que engalanan sus palabras llenas de alabanzas y ensalzamiento hacia ambas familias que ya se han convertido en una sola. El público asiente en respetuoso silencio pronunciando “amine, amine” (amén, amén) tras ciertas parrafadas. Una señora mayor familiar del novio, toma la palabra de forma más pausada y agradece la acogida recibida.
Mientras la griot se afana en no dejar de ser el centro de atención, en una esquina de la habitación cuatro o cinco mujeres de ambas familias discuten entre susurros sobre la mejor manera de distribuir el regalo que la familia de Astou ofrece a las mujeres de la familia de Maloume: género para tapizar sillas y sofás, telas para confeccionar nuevos bou bous (vestido típico senegalés) y dinero.
De repente se hace un silencio sepulcral y la recién casada entra en la sala ataviada con un vestido majestuoso, todo el mundo la felicita con un gesto de cabeza y las mujeres más destacadas de la reunión -su madre, las más ancianas, la griot, la djambar, alguna amiga- se fotografían junto a ella.
Al término de la recepción toda la parafernalia exterior ha desaparecido. Días más tarde se supo que la celebración se suspendió porque una hermana de la novia falleció a media tarde. En circunstancias normales, la entrada de la novia a la habitación repleta de mujeres hubiera sido motivo de cantos llenos de alabanzas hacia ella misma y sus padres adornados con bailes y música tradicional.
De vuelta a casa de Maloume a eso de las once de la noche, esperamos con paciencia la llegada de la recién casada a su nuevo hogar. Ocurre alrededor de las dos de la madrugada. Nerviosismo por parte de todos al saber que se encuentra a las puertas de la casa. Se hace el silencio más absoluto. Maloume se refugia en su habitación y Astou, acompañada de la djambar y de una señora mayor, entra con la cabeza cubierta por un grueso y largo paño que la envuelve hasta la cintura. La ayudan a sentarse en el suelo, cabizbaja. Mientras le lava los pies y las manos, la djambar recita advertencias, consejos y bendiciones a la nueva señora de la casa (se distinguen por el tono de voz empleado: severo, cálido, amable). Ella responde asintiendo con sonidos guturales ahogados.
Para terminar con el ritual de bienvenida, vierte sobre sus manos con inmenso cariño granos de mijo que la flamante esposa deja caer en una fuente hecha con una media calabaza, símbolo de unión familiar imprescindible en todo hogar senegalés.
La ayudan de nuevo a levantarse y la guían hacia el dormitorio donde su marido la espera en el quicio de la puerta. Le descubren la cabeza y entre ambos se establece una lucha ficticia para saber quién se sentará antes en la cama. Según la tradición, quien lo haga en primer lugar dirigirá la vida familiar. Huelga decir quién lo consiguió.
Sentados en el suelo y ambos con la cabeza cubierta con el paño que ella portaba, comen con la mano lakh -papilla hecha a base de yogur, mijo, canela, azúcar, pasas y trozos de plátano- que la djambar ha preparado expresamente para la esposa en una fuente de calabaza. La vida matrimonial ha comenzado. Alrededor de las dos y media de la madrugada se degusta la última comida del día: estofado de carne con patatas seguido de una buena ración de lakh servido en la calabaza. Tras terminar con el festín, se establecen turnos para entrar al dormitorio y dar la enhorabuena a los recién casados. Un familiar femenino por parte de la esposa debe quedarse durante el primer día acompañándola en su nuevo hogar. Ella no podrá salir de su nueva casa durante una semana. La luna de miel, cuando es posible disfrutarla, durará tres días.
Para las familias más arraigadas a costumbres ancestrales, la journée du wolima (día posterior al enlace) es el más importante: se sacrifica una vaca y la carne se distribuye entre los vecinos, invitados y familiares aunque al nuevo matrimonio no le está permitido comerla ya que según la tradición, traerá mala suerte a su recién estrenada vida en común.