Servir, el libro del general francés Pierre de Villiers. Un ejemplo en el seno de un Ejército democrático. En España, suele considerarse de buen tono por una parte considerable de su población, desacreditar a sus Ejércitos. No tengo noticia de otros países democráticos cuya población anteponga una aversión a los Ejércitos a la consideración de todo cuanto de positivo realizan, cuya misión es defenderles y defender el territorio nacional. Digo esto tras la lectura del libro Servir (Librairie Arthème Fayard/Pluriel, 2018, con epílogo inédito que no figura en la primera publicación en el año 2017), del general del ejército francés Pierre de Villiers, Jefe de Estado Mayor de los Ejércitos franceses en los años 2014 a 2017, y cuya dimisión, presentada al presidente Macron el 17 de julio de 2017 fue noticia destacada, dado que ningún Jefe de Estado Mayor de los Ejércitos había dimitido durante la V República francesa (de 1958 hasta nuestros días). Dimisión imprevisible quince días antes, nos dice de Villiers, pero que fue un deber personal y colectivo “a fin de decir a los franceses la verdad sobre el estado de nuestras fuerzas armadas y sobre las amenazas a las que nuestro país debe hacer frente.” (p. 14) Acto democrático de un militar en un país democrático; nada que ver con la política partidista o con los intereses que con ella se fraguan, un servicio a la población.
De Villiers es un prestigioso profesional de la milicia, guiado por la vocación de servir a su comunidad en lo que atañe a su deber: la defensa, y desde su elevada responsabilidad señala con claridad los riesgos, las amenazas, tanto dentro como fuera del territorio nacional, los nuevos peligros que se derivan de las oportunidades que brindan las nuevas tecnologías a los terroristas y a otros países con ánimo de interferir en la vida segura y tranquila de sus compatriotas, sin ocultar su desacuerdo con el Presidente de la República por los recortes de medios para cumplir las misiones encomendadas y las que se derivan del nuevo entorno, recortes que él sabe traducir muy bien a lo concreto y que ponen en peligro la eficacia de la acción y la vida de los soldados de tierra, mar y aire. Tampoco oculta al lector el detonante de su dimisión: Que el presidente critique públicamente al jefe del estado Mayor de los Ejércitos, es algo que me resulta insólito, vergonzoso, por no decir ignominioso en un presidente de una nación y más aún hacerlo ante representantes extranjeros y ante familias de soldados muertos en combate ese año y ante el conjunto de representantes de la comunidad de defensa.
Adentrémonos ahora en algunos de los contenidos del libro que trascienden lo biográfico y la geografía francesa. De Villiers nos indica que el contexto internacional se degrada, destacando primero como enemigo al terrorismo islamista radical, del que señala: su poder de atracción (en p. 37 lo asimila a ETA en su proceder como red terrorista que se camufla en barrios periféricos) los modos de acción empleados (vehículos suicidas, drones e Internet) y su desprecio de la muerte.
En segundo lugar, señala la amenaza de los Estados-potencia, que conduce al rearmamento: a partir de 2015 se invierte la tendencia de decenios de estancamiento y en el año 2016 los gastos militares representan en torno a 1.700 miles de millones de dólares, o sea, el 2,3% del PIB mundial. Los países europeos sólo destinan el 1,2% de su PIB a la defensa; Estados Unidos el 3,3% y Rusia el 5,4%. China aumenta sus gastos militares en un 7% hasta situarlos en 143 miles de millones de euros (unos 159 miles de millones de dólares al cambio reciente), en tanto los de EE. UU. podrían alcanzar los 639 miles de millones si se acepta la propuesta de Trump de aumentarlos en 54 miles de millones de dólares en el año 2018. Incluso la silenciosa Alemania ha votado un aumento del 8% de su presupuesto de defensa entre los años 2016 y 2017, previendo que su peso en el PIB pase de 1,2% a 1,5%.
Junto al rearmamento, el general de Villiers menciona como factores desestabilizadores: los desórdenes que causarán las migraciones y la acrecentada competencia por los recursos naturales, además de subrayar el aumento de la incertidumbre derivada de las perspectivas económicas nada alentadoras. Vivimos, pues, el “fin del confort estratégico” (p. 76); un cambio de época que deja atrás el llamado orden “westfaliano”, es decir, el de la seguridad dentro de las fronteras estatales; ahora, “nuestro espacio de seguridad sobrepasa el sólo espacio geográfico” por lo que la defensa es también ciberdefensa.
Más tareas y escasez de medios para llevarlas a cabo no encajan y en ello está el busilis de la recriminación que hace a los políticos, situándolos ante sus propias responsabilidades para que los Ejércitos puedan organizar la defensa colectiva de manera creíble al servicio de su población, y les plantea, de paso, y vale de ejemplo, la cuestión de si “Europa, ¿es la Unión Europea o la Europa geográfica? La defensa europea, ¿compete a la Unión Europea o exclusivamente a la OTAN? Los mandos militares tienen necesidad de respuestas claras a estas cuestiones.” (p. 164) Resaltemos aquí la andanada: los políticos no se aclaran al respecto.
Como no podía esperarse menos, de Villiers siente la milicia como colectivo humano, y, tras afirmar que toda comunidad posee sus valores de referencia, compara los que se suelen destacar en el ámbito empresarial, con los propios de los ejércitos. Entre los empresariales, se suelen mencionar: la creatividad, la ambición, el pragmatismo y la eficacia en el trabajo; en tanto que en el Ejército se consideran esenciales: la disciplina, el rigor, la fraternidad, el coraje, la humanidad, el compromiso, el sentido del servicio (p. 209). Servir es el verbo sobre el que cristaliza la exigencia militar y con él ha intitulado su libro, que ya es, en sí mismo, un servicio a los y que nos vale a nosotros para la reflexión.
Fernando G. Jaén. Doctor en Economía. Profesor Titular del Departamento de Economía y Empresa de la UVIC-UCC.