Los activos intangibles (como las patentes, las marcas, el conocimiento, los derechos de explotación, los datos, el diseño, el I+D, el software, la formación de los empleados, la organización empresarial, etc.) tienen características especiales como la escalabilidad, los costes hundidos, las sinergias y los efectos indirectos. De ahí que su creciente importancia relativa frente a los activos tangibles en la práctica totalidad de países (también en España) conlleve implicaciones económicas. Porque una economía dominada por intangibles se comportará de forma diferente (¿acaso el estancamiento secular, como sugieren los autores, no es un claro ejemplo de ello?). Y tiene necesidades diferentes, entre ellas, de infraestructuras. No se requieren las típicas mega infraestructuras propias de los bienes tangibles, sino otras como procesos, instalaciones, reglas, políticas públicas… “infraestructuras invisibles” (no sólo lo que puede tocar es inversión).
Inversión empresarial en España por componentes (% del PIB)
Fuente: INE
Este no es un libro sencillo. Es un manual de teoría económica de la innovación, que abarca desde aspectos densos como el tratamiento estadístico y contable del gasto / inversión en intangibles (seguramente en el PIB se infraestima), hasta otros más prácticos como la financiación. Este es para mí el punto más interesante (este artículo de Cecchetti y Schoenholtz https://voxeu.org/article/financing-intangible-capital ahonda en ello). Es complicado que una economía más volcada hacia los intangibles se financie mediante préstamos o bonos (es mucho menos probable que sirvan de colateral). Tiene más sentido que, dados sus costes hundidos, recurra en mayor medida a los fondos propios.
Y estos, a su vez, pueden encontrar dificultades para cotizar en los mercados financieros que, como es sabido, se caracterizan por su volatilidad (https://elalcazardelasideas.blogspot.com.es/2017/07/ya-comente-aqui-empujoncito-que-las.html) y cortoplacismo. Por ello, condicionan en exceso las decisiones de inversión empresarial, sobre todo las que tienen resultado a largo plazo, cuyos rendimientos no son fáciles de entender y mucho menos de estimar. Los autores defienden la tesis que apunta a que los directivos de las compañías cotizadas prefieren recomprar acciones (buy backs) aunque sea a costa de inversión (en especial, en intangibles). Este “sacrificio del largo plazo” no sería tan común en las compañías no cotizadas, donde el incentivo es menor.
Los mercados privados y, por lo tanto, el capital riesgo, se configura como una mejor vía para financiar la inversión en intangibles (otros investigadores como Doidge, Kahle y Stulz apuntan en la misma dirección https://www.nber.org/papers/w24265). Los autores defienden el apoyo gubernamental a estos vehículos, así como a la financiación vía acciones (que el coste del capital sea un gasto deducible como lo son los intereses de la financiación ajena).
Dato interesante: el gobierno de EEUU y el del Reino Unido suponen el 30% de todo el gasto/inversión en I+D de sus respectivos países. A mucho les parecerá poco. A mí me ha sorprendido por alto.
Aborda otros temas más difícilmente defendibles (o al menos a mí las evidencias aportadas me han parecido débiles) como el aumento de la desigualdad causada por el incremento de la tecnología.
En conclusión, libro interesante, aunque con elevado componente técnico y desigual en interés en función de los capítulos.
Tema especialmente relevante David y del que seguiremos hablando, porque la inversión en conocimiento está sólo empezando. La revolución en la que estamos seguramente está empezando a tomar la pendiente de la exponencialidad, salvo que la regulación lo limite o impida. El otro día decía Vargas Llosa en la presentacion de su libro "La llamada de la tribu" que los estados deberían reducir su presencia en la vida económica, y me vino a la mente los casos de EEUU y UK que comentas, y qué decir de los estados en los países asiáticos. Intervienen en la vida económica y sus agencias gubernamentales (casos de la NASA o el propio ejército) han sido y son motores de crecimiento económico, y no sólo en inversión en bienes de equipo o infraestructura.