En el fondo, los problemas que hoy afrontamos en la vida no son tan distintos de los que experimentábamos hace 2000 años. Qué es lo justo y qué no, en qué consiste la felicidad, cómo sobrevivir, cómo llegar a acuerdos con otras personas, cómo mejorar nuestra vida o cómo ser apreciado por otros. Hay sabiduría antigua que podemos aplicar a los tiempos modernos.
Un momento, dirán ustedes. Todo es diferente ahora. Tenemos internet, hay progreso económico, existen los derechos humanos, al menos en una buena parte del mundo. Y sí, ha cambiado el entorno y nuestra vida ha evolucionado, a través de la ciencia y del uso de la razón, especialmente a partir de la Ilustración, desde ese faro mundial que es Occidente. Pero los grandes anhelos y aspiraciones humanas siguen siendo los mismos.
Esta es la tesis de este pequeño libro, «Sabiduría antigua para tiempos modernos», escrito por el profesor de filosofía italiano Mauro Bonazzi, que tuvo la amabilidad de agradecernos la elección de su libro para la IX Edición del Club de Lectura Know Square.
Es un libro corto que no se saborea con una lectura rápida. Se compone de 19 capítulos que se resisten a una síntesis única. Si acaso, que el saber griego, que duró caso 1000 años hasta época romana, pero que luego permeó los siguientes dos milenios, dando forma a la cultura occidental, todavía hoy nos permite entender, interpretar y abordar problemas del siglo XXI.
Encuentro que el denominador más común que vertebra este libro es pensamiento y el lenguaje. Pensamiento y lenguaje sofisticado es quizá el rasgo que más distingue a la especie humana del resto del reino animal. Como nota el escritor surcoreano Byung-Chul Han en su libro «No cosas», el pensamiento humano ha llegado a inventar ese mundo simbólico e inmaterial que hoy escenifica internet. Sin el mundo simbólico e inmaterial de internet, a muchos nos costaría concebir la vida o el trabajo diario. En internet hay pensamiento y lenguaje, ideas y transmisión.
El pensamiento es ética, filosofía, religión o mito. El lenguaje es palabra o mensaje que codifica las ideas, sea un libro, un mensaje de Twitter, una obra de teatro o un video de YouTube.
Sin pensamiento propio, el lenguaje no se comparte sino que se recibe impuesto. Hoy lo vemos cada vez más en las cámaras de eco de las redes sociales. La velocidad de la información, la sutil estructuración de las noticias aprovechando nuestros sesgos cognitivos nos convierte en infómatas (expresión de Byung-Chul Han), convirtiendo nuestro pensamiento y lenguaje en vehículos de enfrentamiento y desacuerdo.
Nos lo recuerda el autor del libro en su primer capítulo, titulado «El poema de la fuerza». En la Ilíada y durante el asedio de Troya, el guerrero más poderoso – Aquiles -, una máquina de matar según la leyenda, quizá el primer nihilista de la historia, es derrotado por la valentía y la humanidad del rey Príamo, padre de Héctor, el príncipe troyano muerto en duelo por Aquiles. Príamo acude solo y desarmado a suplicar la entrega del cadáver de su hijo para darle un entierro digno. Aquiles comprende el valor de la piedad, de la valentía del diálogo y la humildad, y llora arrepentido junto a Príamo junto al héroe muerto.
Hoy la razón y la palabra deberían usarse para llegar a acuerdos y no para ganar batallas de suma cero. Es la principal conclusión que saco de leer «Sabiduría antigua para tiempos modernos». No diré más de los restantes capítulos, donde cada uno tiene su mensaje.
Pensemos como dice el libro al final que la razón o el racionalismo que impregna el 30% de la población mundial proviene de la herencia de la herencia griega. Pero también que debemos convivir con las culturas asiáticas y musulmanas, que no beben del mismo manantial.
Por ello, Mauro Bonazzi habla de un realismo posible, como medio de pensamiento y diálogo compartido para abordar los problemas del siglo XXI. En un mundo irreversiblemente global e interconectado, el pensamiento occidental ya no es hegemónico, y hemos de aprender a convivir y compartir un pensamiento multilateral que nunca hasta ahora ha sido necesario. Aunque solo sea para resolver los mismos problemas que los griegos ya se planteaban hace 2000 años.