La Vía Láctea
La neurociencia es la ciencia que estudia el sistema nervioso y tenemos el orgullo de que el padre de esta disciplina del conocimiento fue nuestro compatriota, quizá menos reconocido en España de lo que debiera por su contribución, D. Santiago Ramón y Cajal.
Quizá no es tampoco suficientemente reconocido que tenemos en España centros de investigación de vanguardia en neurociencia cognitiva y computacional como el Centro de Tecnología Biomédica que dirige el catedrático Fernando Maestú, siendo una de sus actividades punteras participar en el “Proyecto Conectoma”. Así como el Proyecto Genoma Humano fue un proyecto internacional de investigación científica con el objetivo fundamental de determinar la secuencia de pares de bases químicas que componen el ADN e identificar y cartografiar los aproximadamente 20.000-25.000 genes del genoma humano desde un punto de vista físico y funcional, el Proyecto Conectoma pretende hacer lo propio con el sistema nervioso: ni más ni menos que descodificar el cerebro humano, entender qué lo compone y cómo se relacionan las células nerviosas entre sí. Es un primer paso para entender la máquina más perfecta que ha fabricado la naturaleza.
Pensemos que la Vía Láctea tiene unos 200.000 millones de astros. El cerebro humano tiene 86.000 millones de células nerviosas. Las conexiones entre células son las que dirigen la acción motriz (hablar, moverse) o del pensamiento y son en cada momento dado entre 100 y 500 billones de sinapsis. Pero es que ese momento dado es distinto en cada milisegundo, otorgando una enorme plasticidad al sistema. Y además, esto es singular para cada persona. ¿Cómo funciona este sistema dinámico unipersonal en grupos? Dependerá del tamaño, de sus interacciones, … Es un sistema dinámico a más no poder. Comprender y secuenciar este sistema seguramente será el mayor proyecto computacional de la historia de la humanidad.
Algo que disciplinas como la teoría de grafos nos empiezan a permitir y que Santiago Ramón y Cajal avistó hace más de 100 años con un microscopio, libreta y papel.
La neurociencia es de especial interés en campos como el envejecimiento, tema de creciente actualidad como hemos señalado en este blog (aquí) o en los campos que estudian sesgos de comportamiento (aquí y aquí). Las investigaciones recientes incluso explican por qué las personas sobresalientes tienen una mejor densidad de células nerviosas y conexiones (sinapsis) al desarrollar con la práctica patrones de actuación mucho más desarrollados que competidores noveles. Lo explican los profesores Anders Ericsson y Robert Pool en su «Numero Uno», en el ejemplo de los taxistas de Londres, que han desarrollado un hipocampo de mayor tamaño como consecuencia de la necesidad de reconocer detalles nimios para localizar direcciones en esa complejísima ciudad. Los exámenes para ser taxista en Londres llevan varios años de preparación para los candidatos.
La pérdida neuronal es consecuencia natural del paso del tiempo y por ello de momento sabemos que la mejor forma de combatirla es la realización de actividades cognitivas que supongan el establecimiento de nuevas sinapsis (actividades cognitivas repetitivas o pasivas como ver la tele no sería una de ellas), una buena dieta (la mediterránea es una de las mejores del mundo) y al menos 150 minutos semanales de ejercicio físico de cierta intensidad.
Sabemos que nuestro sistema operativo mental funciona el 70% del tiempo en formato automático. Es nuestra intuición y memoria episódica. No tenemos que «pensar» conscientemente en todo momento, digamos que nos sale de dentro. Pero esa intuición no es sólo genética, sino sobre todo cultural o aprendida, e incluso como vemos en el caso de los taxistas londinenses se puede hasta «genomizar», creándose células adicionales a través de la práctica. Por tanto, podemos educar la intuición. La educamos con el lenguaje. La especie humana es la especie viva que ha desarrollado un sistema más complejo de interconexión entre sus miembros a través de la creación de cultura. La cultura es algo que pasa en nuestro cerebro: son representaciones mentales que nos permiten «entendernos» con nuestros congéneres, y que se vehiculiza a través de la comunicación interpersonal o social. Esa «lengua» se expande a través de la construcción de relatos que vertebran la vida en común de las personas en la sociedad. El resto de las especiales animales no pueden construir esos relatos, ya que sus códigos de relación orientados a sobrevivir o todo lo más a tener cierta relación de cariño en el caso de los animales domésticos.
También lo explica bien en «El test de la golosina» de Walter Mischel, donde comprueba que experimentos con niños que son capaces de demorar una recompensa inmediata tienen más éxito en su vida futura. Ese sistema operativo base lo construimos durante la vida.
Además, nuestro cerebro es capaz de enviar y recibir señales complejas que descodificamos en tiempo real (desmultiplexación), lo que nos permite hacer varias cosas al mismo tiempo. Parece claro que el cerebro de las mujeres tiene una «caja de herramientas» más complicada que los hombres, como demuestra su mayor resiliencia o creatividad: en las sociedades tribales africanas, las mujeres son el auténtico sustento vital y emocional que las permite seguir adelante. Cada vez más la diversidad de género se reconoce en las empresas y en los altos centros de decisión como un importante elemento de valor añadido.
Algunos pensadores, divulgadores o ensayistas con más o menos fundamento creen que la neurociencia del futuro dejará al desnudo el intangible que supone conciencia y alma reduciéndolas a que no existe aquello que no se puede probar científicamente. «Hablaré de alma después de tomar una copa de vino», dice un conocido divulgador experto en transhumanismo.
Este es un debate fundamental en la época de avances cada vez más sorprendentes en inteligencia artificial.
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Como añadido me gustaría incluir la conferencia de Andy Haldane, Chief Economist del Banco de Inglaterra, ante una escuela de artes creativas en Reino Unido. Con un hilo conductor y literatura impecable, Haldane destaca la importancia de la imaginación, característica exclusivamente humana, para crear algo que no existe y a partir de ahí acumular conocimiento para seguir creando. Las ideas y las instituciones que el hombre ha creado han vertebrado la trayectoria de personas y naciones a lo largo de la Historia. Al final de su conferencia remarca su llamada más importante: las instituciones habrán de actuar para calibrar y atemperar los efectos de los avances tecnológicos que se van a producir como consecuencia de los efectos en la vida y trabajos de las personas consecuencia de la Cuarta Revolución Industrial.
https://www.bankofengland.co.uk/speech/2019/andy-haldane-speech-at-glasgow-school-of-art
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