Este es un libro sobre los impactos que tiene la tecnología en nuestra vida cotidiana. Y, en especial, los “silenciosos”, esos que se producen sin que nos demos cuenta, tal vez porque el avance tecnológico está ya en la “segunda mitad del tablero de ajedrez”, en la que se materializan a una velocidad superior a nuestra capacidad de asimilación.
Este es un libro sobre cómo hemos cambiado y cómo lo ha hecho la sociedad (en una transformación que parece irreversible) como consecuencia de la tecnología (“ya hemos sustituido buena parte de nuestra vida social presencial por otra virtual”). Con ramalazos de filosofía, de pensador que le ha dedicado muchas horas a la reflexión y que incita al lector a hacerlo.
“Nuestra capacidad para elegir de forma libre se ve mediatizada”. Resulta paradójico que “ahora que tenemos una capacidad casi infinita para acceder a la información y elegir entre toda ella” seamos menos libres. Ello se debe al sesgo de confirmación[1]y a las burbujas de filtro (los algoritmos de los buscadores presentan en primer lugar aquellas noticias que mejor encajan con nuestro historial). Estamos dentro de una “cámara de eco”. Todos estos conceptos los explica muy bien. “El sesgo de los algoritmos no nos impide avanzar social o laboralmente, pero tiende a mantener el statu quo partiendo de datos del pasado y asumiendo que se mantendrán inalterados”. O, por otro lado, a “provocar una mayor polarización de las posturas. Nos hemos convertido en el producto que se compra y se vende. Nosotros, nuestros datos, nuestro tiempo, nuestra atención”.
El algoritmo “toma decisiones por nosotros” de forma más o menos sutil. Podría pensarse que son una buena opción a modo de acicate (Thaler y Sunstein), más si no sabemos decidir. Pero, “¿estamos listos para asumir que sea una máquina la que tome decisiones que afectan a nuestra vida más íntima tras ese supuesto manto de infalibilidad?”
Que hemos cambiado es evidente. Y que lo han hecho en mayor medida los “nativos digitales” es indiscutible. El autor propone una denominación alternativa: “Generación Play Again”, frente a la “Generación Game Over”. “Para la generación del Play Again los valores son distintos. La inmediatez, la interactividad y la flexibilidad son principios que rigen su mundo. La inexistencia de límites en cuanto a las oportunidades existentes genera una falta de tolerancia a la frustración y de autocrítica a la que muchos no se acostumbran”.
Muy de acuerdo en que “no son generaciones mejores la una que la otra, pero sí son radicalmente distintas. Los ritmos, las capacidades de adaptación a los cambios y los valores mismos en los que se basan lo son. Y ambas están conviviendo en el mismo mundo y en el mismo instante. Es más, conviven en buena medida en cada uno de nosotros creando una disfunción que origina dificultades en nuestra vida relacional y en las propias expectativas que nos imponemos. Vivimos inmersos en la inmediatez: la paciencia es un valor que vive horas bajas”. Cuidado, porque “la inmediatez da lugar a la superficialidad”.
Muy de acuerdo en que “no son generaciones mejores la una que la otra, pero sí son radicalmente distintas. Los ritmos, las capacidades de adaptación a los cambios y los valores mismos en los que se basan lo son. Y ambas están conviviendo en el mismo mundo y en el mismo instante. Es más, conviven en buena medida en cada uno de nosotros creando una disfunción que origina dificultades en nuestra vida relacional y en las propias expectativas que nos imponemos. Vivimos inmersos en la inmediatez: la paciencia es un valor que vive horas bajas”. Cuidado, porque “la inmediatez da lugar a la superficialidad”.
Una pregunta que me surge: ¿es la Generación Play Again más propensa al emprendimiento y a la movilidad geográfica y, por lo tanto, menos partidaria de “un trabajo para toda la vida”, de obtener una plaza de funcionario o de vivir para siempre en la ciudad en la que nació? ¿Está la generación Play Again más preparada para el mundo que viene en el que los robots serán protagonistas?
La mayor presencia de robots es otro de los temas que aborda el coronel Gómez de Ágreda. Y, de nuevo, su impacto en todos nosotros y en nuestra sociedad (“Inteligencia de silicio vs inteligencia de carbono”, que es la que más le interesa al autor en este libro). Y ahora no sólo sobre cómo hemos cambiado, sino también sobre cómo deberemos cambiar: “Los nuevos trabajos de los humanos deberán estar centrados en aquellas áreas que requieren una mayor capacidad de empatía y relación personal”. Se debe profundizar en la faceta humana de los trabajos del futuro: “Será humanidad lo que tendremos que desarrollar, ser más humanos. Y, en lugar de competir con las máquinas, complementarlas. Cuantas más máquinas haya en el mundo, más humanos tendremos que ser nosotros”. Cuatro perlas:
1. “La creatividad y la inteligencia social emocional serán las claves para el éxito. Cabe esperar un mundo mucho más humano que el actual. Un mundo en el que las tareas productivas no constituyan una preocupación y, por tanto, podamos dedicar más tiempo a relaciones personales. Debemos apostar por los valores más propios de los humanos. La empatía y la creatividad adquirirán un creciente valor. Se vivirá un nuevo auge de las humanidades”.
2. “El aprendizaje dejará de ser – ha dejado ya de serlo, de alguna manera- una fase en la vida de las personas para convertirse en un proceso continuo, reiterativo y adaptado a los requerimientos cambiantes de las sociedades. Hay que pensar en periodos muy cortos de obsolescencia de los conocimientos. La vida media de una habilidad, el tiempo medio en que sigue sirviendo lo que se aprendió, ha pasado ya de ser treinta años a tan solo seis. El modelo tradicional de infancia – formación – trabajo – jubilación ya está cambiando. Cada vez con mayor frecuencia habrá que alternar o simultanear formación y trabajo”
3. “Los trabajadores de dentro de una década van a operar, en un alto porcentaje, como autónomos vinculados a proyectos concretos. Rara vez trabajaremos con los mismos compañeros porque los equipos se formarán ad hoc para aprovechar los conocimientos y experiencia de cada persona. La habilidad para resolver problemas y para trabajar de forma colaborativa serán esenciales para los puestos directivos. Este trabajo en equipo y colaborativo tendrá lugar entre humanos, y entre humanos y máquinas. La inteligencia humana es distinta de la de las máquinas y la complementariedad entre ambas tiene el potencial de alcanzar logros que ninguna de las dos partes conseguiría por separado”.
4. “La revolución que tenemos por delante, la de la inteligencia artificial, va a ser tan relevante o más que la de Internet, a la que seguimos tratando como una novedad y definiendo como “nuevas tecnologías”. Cuando esté completado el ciclo de cambios, tendremos muchos motivos para pensar que no habrá menos trabajos, sino más y de mayor calidad”. Aprovecho para insertar un gráfico muy elocuente: ¿qué pensaría un agricultor de EEU. en 1850 ante el futuro desarrollo tecnológico?
Más ideas para la reflexión: “nuestra capacidad para acercarnos a la verdad está muy limitada por la misma estructura que hemos elegido para acceder a ella. En EEUU, más del 60% de las personas utiliza las redes sociales para informarse en lugar de hacerlo por medios de solvencia contrastada y de tendencias diversas”. Como es obvio, el autor aborda las fake news, cuya traducción habitual (“noticias falsas”) propone modificar por “falsas noticias”[2], y a las que atribuye el “ideal olímpico”: se difunden más rápido, más lejos y con más fuerza. ¿Consejo? “Las dos armas más poderosas frente a la desinformación y las falsas noticias son la educación y el conocimiento del entorno”.
Porque sufrimos una nueva epidemia: la infoxicación o acumulación de noticias e informaciones y posibilidad ilimitada para obtener más y más datos. Y que tiene como síntoma la autoimposición de “estar enterados de todo para poder comentarlo después en nuestras tertulias… de Facebook. Somos consumidores compulsivos de redes sociales”. Sufrimos el denominado FoMO (Fear Of Missing Out) es decir, ese trastorno psicológico que nos lleva a intentar estar enterados de todo, de saber de todo… ¡lo que simplemente es imposible! La frustración está servida: nos es más rico el que más tiene, sino el que menos necesita. Pues aquí, igual. Lejos de disfrutar de la abundante información hoy accesible, sufrimos más por lo que no podemos conseguir, por la sensación de que nos perdemos algo…. ¡cuando tenemos mucho! “Disfruta de tu vida digital. Igual que apareció la slow food como contraste de la fast food, también tenemos que adoptar una actitud más calmada en nuestra vida digital”. Nos hemos convertido en ocasiones en esclavos de la tecnología, en lugar de ser sus dueños. La tecnología te acerca a los que están lejos, pero te aleja de los que están cerca. Debemos practicar elJoMO (Join of Missing Out)
El desarrollo tecnológico no debe hacernos olvidar que la tecnología está al servicio del hombre y no al revés. Esta idea sirve para enlazar con la visión del autor de las “ciudades inteligentes”. “Tendrán que estar también acondicionadas para sacar el máximo partido de las ventajas que incorporan las nuevas tecnologías surgidas en los últimos años, así como para mitigar los inconvenientes que presentan. La inteligencia de las ciudades se demostrará en sus efectos sobre la felicidad de sus habitantes, no en la cantidad o calidad de los artefactos tecnológicos de que estén dotadas. El alma de una ciudad es y tiene que seguir siendo la persona.”
El autor defiende que la tecnología aumenta la desigualdad («incluso suponiendo un beneficio para todo el mundo, contribuye a diferencias más a unos y a otros»), en línea con la tesis de Haskel y Westlake (Capitalism without Capital). Está preocupado en cómo trasladar los beneficios de la tecnología a la sociedad y conseguir un mundo más igualitario. Debo de reconocer que a medida que profundizo en el estudio, cada vez comparto más el diagnóstico y me refuerzo en que la tecnología debe garantizar PSI (Privacidad, Seguridad e Inclusión). El libro analiza los tres vértices (“La experiencia demuestra que somos más proclives a prescindir de la privacidad que de la comodidad”).
Porque el coronel Gómez de Ágreda es un experto en ciberseguridad, y de ahí que le dedique una buena parte del libro. “Convertido en un nuevo escenario de convivencia, a menudo olvidamos que el entorno digital también lo es de confrontación. La propia infraestructura, física y lógica, en la que se basan las redes digitales tiene sus propias vulnerabilidades y se ve afectada por ellas. Un mundo permanentemente conectado está permanentemente en riesgo”. Este aspecto me interesa por mi faceta profesional. Si las carteras que asesoramos cada vez tienen una mayor exposición a tecnología, es obvio que la ciberseguridad se hace un hueco como activo de inversión (la consultora Gartner anticipa un gasto de 1 billón de USD acumulado entre 2017 y 2021).
Principales posiciones del fondo Pictet Security
En conclusión, libro muy recomendable, que no sólo enseña sino que hace reflexionar sobre cómo la tecnología condiciona nuestro día a día y sobre cómo debemos prepararnos para el futuro. Libro muy trabajado y con una edición muy cuidada. Un gran trabajo.