Cuando se avistaba la derrota de Alemania y sus aliados en los estertores de la I Guerra Mundial, era el momento para establecer las condiciones que garantizaran que un conflicto similar nunca pudiera volver a reproducirse. La propuesta de paz justa del presidente Wilson luchó contra el pragmatismo, que buena parte de los alemanes juzgaron revanchista, del Tratado de Versalles de 1919.
Estados Unidos fue instrumental para que la guerra se decantara del lado de las potencias europeas lideradas por el Imperio Británico y Francia frente a Alemania. El poder militar y económico de Estados Unidos ya presagiaba su rol como nueva potencia mundial, aunque fue la II Guerra Mundial la que asestaría el golpe definitivo al status quo geopolítico. Estados Unidos siempre tuvo dudas en su rol como global policy maker y policía del mundo y con frecuencia una fracción de sus electores recuerda a sus presidentes que son elegidos por votantes norteamericanos para que gobiernen sobre la base de los intereses de su país, no de los del resto del mundo.
Wilson, una persona de conciencia, principios presbiterianos y con una fuerte visión de futuro, soñó con un nuevo orden internacional presidido por la rule of law y la concordia entre las naciones. Meses antes de la firma del armisticio quiso imponer los Covenants, un acuerdo basado en 14 principios que daría lugar a una Sociedad o Liga de Naciones. Tras este acuerdo de covenants, argumentaba Wilson, habría que discutir la paz táctica, el final de la guerra y las reparaciones que los perdedores habrían de restituir a los vencedores, y con ello, los costes económicos y las nuevas fronteras terrestres de los países.
La tensión negociadora entre Wilson, Clemenceau (Francia) y Lloyd George (Inglaterra) se manifestó en toda su intensidad en los meses que precedieron la firma del Tratado de Versalles, que en Alemania se consideró ignominioso, obligó a cuantiosas reparaciones económicas, sumiendo al país en una depresión y posterior hiperinflación que muchos consideran el germen del descontento que dio paso al futuro nazismo.
Se confrontó pues en la justificación de los acuerdos una visión a largo plazo frente a la visión a corto plazo, una pugna frecuente en la toma de decisiones en todos los ámbitos.
Esta circunstancia histórica posiblemente aporta un marco de referencia cuando en un futuro haya que negociar la paz tras la guerra de Ucrania.
La paz justa basada en los covenants de Wilson no prevaleció como eje principal aunque sí quedó incorporada al texto del Tratado de Versalles. La Sociedad de Naciones vio la luz en 1919 pero quedó inoperante a partir de la crisis económica de 1929, ya que los sedimentos de la desigualdad habían sido sembrados a través de los acuerdos de la paz táctica alcanzados en el Tratado de Versalles. Al tiempo, Bulgaria y Hungría, estaban amenazados por la invasión bolchevique producto que la ascensión al poder de Lenin en Rusia tras la caída el imperio zarista, urgiendo una paz táctica de acuerdos de fronteras.
La Sociedad de Naciones fue formalmente sustituida por la Organización de Naciones Unidas en 1946, tras la II Guerra Mundial, aunque ésta no se reconoce en su documento fundacional como una evolución de la Sociedad de Naciones. El mundo, ahora ya sí liderado por Estados Unidos, reconoce la necesidad de dotarse por auténticas instituciones de acuerdos entre naciones así como de normas de consenso y resolución de diferencias basadas en la rule of law.
Sin duda, gracias a la creación de Naciones Unidas y al respeto de sus principios Europa se ha mantenido en paz durante los últimos casi 75 años (salvando la guerra de los Balcanes de los noventa), hasta la invasión de Ucrania por parte de Rusia. Una guerra que de momento ha dado lugar a una nueva guerra fría entre un bloque occidental (liderado por Estados Unidos y Europa) y Rusia (con el apoyo tácito o abstención cómplice de China, India y muchos otros países de Naciones Unidas).
La referencia a la paz justa basada en los covenants y la biografía de la lucha del Presidente Wilson por lograrla es una de las catorce miniaturas históricas del libro “Momentos estelares de la Humanidad” de Stefan Zweig, quizá uno de sus mejores obras.
La lectura de este capítulo del libro es sugerente, ya que hace reflexionar sobre los siguientes pasos de la guerra de Ucrania, aún aparentemente lejana en su finalización, y del orden mundial posterior.
Todo está abierto.
No sabemos quién ganará la guerra en materia de ocupación de territorio, aunque está claro que el mundo la ha perdido con la desaparición de la confianza entre al menos algunas naciones, con un impacto económico y social que solo estamos comenzando a experimentar.
No sabemos si la actual guerra fría entre Occidente y Rusia (hasta ahora Occidente no participa “formalmente” en la guerra) será la única consecuencia de un futuro pacto de fin de la guerra, o al menos de las hostilidades abiertas, entre Ucrania y Rusia.
No sabemos cuáles serán los siguientes pasos derivados de la emergencia de China como potencia global y su actuación en el área de Asia Pacífico, empezando por Taiwan y su alineamiento con países a los que financia a través de sus iniciativas de la nueva Ruta de la Seda económica.
Es posible que las Naciones Unidas, en su configuración actual, no sean el instrumento de acuerdo entre los países que han sido en el pasado, especialmente por la composición y el derecho de veto de su Consejo de Seguridad, que tiene a los mismos países que resultaron victoriosos tras la II Guerra Mundial (más China).
Hoy confrontamos un mundo más complejo y multipolar, donde nuevos pesos y la actuación de las naciones en la resolución de conflictos (véase el papel de los países productores de materias primas, energía, o en la importancia de ciertos países en los pasos migratorios), plantean una dificultad y necesidad de acuerdos mucho más federada y compleja de lo que nunca antes se ha requerido.
Más que nunca, necesitamos un orden basado en principios como los covenants que soñó Wilson en la negociación de la paz justa tras la I Guerra Mundial, más que un orden basado en los intereses geopolíticos y económicos, aunque tristemente esta es hoy la tendencia dominante.