Reflexionar sobre la muerte es una prerrogativa del ser humano. Todo lo que biológicamente tiene vida termina muriendo, por accidente o agotamiento vital, pero solo el hombre (el actual homo sapiens) puede pensar sobre el sentido que da a su vida mientras la vive, y cómo se prepara para la muerte.
Sólo el ser humano tiene la oportunidad de afrontar la decrepitud, la fase de deterioro biológico acelerado que según los expertos comienza en media en algún punto de la sesentena. La decrepitud, los mayores, o los seniors como hoy se llaman, es una consecuencia de la cultura humana, algo que no existe en ninguna otra especie. Vivimos por encima de nuestra longevidad como especie porque científica y socialmente tenemos los medios para prolongar la vida y estamos dispuestos a emplearlos para no cruzar la laguna Estigia con el barquero Caronte antes de tiempo.
En la naturaleza, fuera del ser humano, “sólo hay plenitud o muerte” – esta es una de las afirmaciones que me parecen más rotundas del libro “La muerte contada por un sapiens a un neandertal” o LMCPUSAUN, de Juan Luis Arsuaga y Juan José Millás -. En el reino animal – dice Arsuaga -, la lucha darwiniana por la supervivencia no deja tiempo para envejecer a la gacela que pierde velocidad con los años, o a los ciervos de la reserva de Cabañeros, porque los leones o los lobos están al acecho de los más que pierden facultades. Las plantas tienen su propio ciclo natural de vida y muerte, aunque realmente lo que mueren son los individuos, porque la especie sigue mejorando genéticamente.
Pero hay que distinguir entre longevidad y esperanza de vida. Los humanos no somos más longevos como especie como consecuencia del progreso, ya que seguimos teniendo la misma biología casi paleolítica, y sin embargo, sí ha aumentado la esperanza de vida, que es la edad media a la cual morimos. Ha aumentado por la disminución de la mortalidad infantil y por los cuidados médicos que frenan – no interrumpen – los efectos del deterioro celular que se acelera con la sesentena.
Y ello es así porque la especie humana y las mascotas de que nos acompañamos nos hemos autodomesticado – eso es parte de lo que llamamos civilización – y conseguimos llegar más allá de la muerte programada por nuestra biología finita. Un perro es un descendiente lejano del lobo, de la misma forma que el homo sapiens es una derivación de los homininos, y compartimos antecesor común con los chimpancés, con la que compartimos la familia más amplia de los homínidos.
El libro de largo título (LMCPUSAUN) plantea una dimensión más de la cuestión del envejecimiento humano, o de la vida extendida que tiene nuestra especie, y que libros como el celebérrimo “La vida de 100 años” describieron magistralmente hace unos años.
Arsuaga, paleoantropólogo, y Millás, escritor, se unen en este divertido y didáctico libro en un diálogo experiencial donde el profesor instruye al alumno, ambos en sus carnes, a través de diecisiete capítulos donde el lector se convierte en espectador de sí mismo, porque todos pasaremos por ese camino en algún momento. Y si no es el caso, será porque algún accidente nos ha detenido la vida.
Es un libro que podría describirse como de ciencia divulgativa, casi en tono novelado, en formato de conversación entre los dos protagonistas y coescritores. Ambos maestros en lo suyo, han escrito antes “La vida contada por un sapiens a un neandertal”.
Sin embargo, es el libro sobre la muerte el que más interpela a los humanos en su factor de diferenciación respecto a otras especies vivas. Mientras estamos vivos y en plenitud somos menos distintos que cuando afrontamos edades por encima de nuestra longevidad natural o cuando comenzamos a cuidarnos más intensamente a base de fármacos, terapias, cuidados médicos u hospitalarios. Y ello es porque la decrepitud y sobre todo la muerte son experiencias que se afrontan más en soledad que en compañía.
Pero la muerte no es solo un hecho biológico – la ciencia demuestra que se produce por un deterioro celular o incapacidad de las células para seguir dividiéndose o reproduciéndose – o accidental en la vida de los humanos, sino que representa un hito en la vida que de alguna forma necesitamos comprender. Creyendo que lo comprendemos, dotamos de un sentido a la vida durante nuestra existencia. Y ello, curiosamente, puede extender la vida, e incluso la conserva en las situaciones más extremas como experimentó Viktor Frankl en Auschwitz y plasmó en “El hombre en busca de sentido”.
La mayoría de los humanos creemos ser parte de un plan superior (cósmico o cómico llamarían algunos) y por eso surgen las religiones, para buscar una explicación a la vida, entender la muerte, y dar un sentido y orientación a lo que hacemos mientas vivimos. Por ello, LMCPOSAUN es también un libro de filosofía sobre la vida y la muerte.
Este es un libro importante, porque como decía al inicio, todos estaremos un tiempo más largo en este lado de la laguna Estigia antes de que Caronte nos conduzca al otro lado. O tardaremos más en ir al cielo de los bienaventurados, en ver a las huríes del paraíso o más tiempo en reencarnarnos, según la creencia de cada uno.
La vida media se está extendiendo en todo el mundo conforme las sociedades avanzan al ritmo de los avances médico-científicos, y pese a ello hay áreas de regresión como consecuencia del empeoramiento cultural y la desigualdad. Por ejemplo, en Estados Unidos el deterioro de los hábitos alimenticios y enfermedades de la mente están provocando muertes más tempranas de lo habitual. El progreso nunca sigue una línea recta.
Hay muchas expectativas en una revolución en la comprensión del funcionamiento de la biología y sobre todo del cerebro humano, y de la capacidad de avanzar a través de nuevas tecnologías digitales. Según los expertos, la mayoría de las personas sufriremos algún tipo de demencia antes de morir (deterioro neuronal), moriremos de alguna deficiencia cardiovascular (deterioro de los conductos sanguíneos) o de algún tipo de cáncer (predominio de las células malignas sobre las benignas), pero hay investigaciones en curso prometedoras en todos los campos con más posibilidades de éxito de las que nunca ha habido.
De forma natural, la sociedad no está preparada afrontar los efectos múltiples (sociales, económicos, emocionales) del incremento masivo de mayores de edad que se producirá en el mundo, especialmente en Occidente y en España en particular, en los próximos 50 años. Sólo Japón está por delante en esta carrera y haríamos bien en aliarnos para comprender, salvando las distancias culturales que ambos países tenemos, de qué forma Japón lo está afrontando y compartir experiencia.
Parece claro que los avances en las ciencias bio van a ser cruciales y es posible incluso que extiendan aún más nuestra etapa de decrepitud, e incluso se apuesta por la extensión de la plenitud (regeneración celular). Los avances en la tecnología de prótesis serán cada vez más relevantes (por ejemplo recuperación de la vista con lentes insertadas conectadas con el cerebro).
Pero me temo que el sentido de la vida, el por qué vivimos más allá de nuestra etapa de plenitud – porque tenemos los medios técnicos, médicos y científicos para hacerlo – seguirá siendo una cuestión personal a la cual además la sociedad ha de dar alguna respuesta colectiva ligada a fomentar la ilusión por una vida digna. Recientemente analicé en este blog la importancia de los hábitos y las actitudes durante toda la vida, reflexión aún más necesaria cuando somos mayores.
Leer LMCPUSAUN es una buena recomendación para reflexionar sobre la vida antes de la muerte humana, tan distinta, tan distante.