Recientemente he concluido la lectura del libro “La biología de la toma de riesgos”, de John Coates. La reflexión sobre el contenido, que en muchas ocasiones he visto desde la experiencia en las salas de mercados en varios bancos, unido al episodio actual de caída generalizada de mercados, me parece adecuada para dar un punto de explicación, normalmente no habitual, a las reacciones extremas de los mercados. Después de todo, las mayoría de las decisiones se toman por personas en la interpretación de los datos e información disponible.
Aunque es cada mayor el «trading automático”, éste se concentra en ejecuciones de órdenes en operaciones de corto plazo, buscando imperfecciones o arbitrajes de precios. Es de prever que la ingente capacidad de datos unido a la capacidad de procesamiento permita cada vez más operaciones de trading algorítmico más estratégico, pero hoy por hoy, las grandes decisiones se ejecutan a golpe de clic tras una decisión humana.
John Coates trabajó en salas de mercados y su observación de las conductas de los operadores en distintas fases alcistas y bajistas de mercados originó su interés en la investigación que revela en el libro. La teoría es que toda la información disponible está en manos de los operadores financieros y que por tanto los precios son un reflejo fiel de la información disponible en cada momento. Cada operador interpreta la información de una forma, tienen posiciones distintas, y ello produce operaciones donde compradores y vendedores acuerdan un precio y casan una operación. Por tanto, los mercados están en un permanente equilibrio inestable, ya que la información que surge en cada momento altera y las reacciones de los operadores alteran los precios. Los extremos de los mercados fueron bautizados como exuberancia irracional, o pesimismo crónico, si bien no he encontrado muchos “padrinos” terminológicos de los mercados secularmente bajistas.
Coates realiza una investigación sobre la relación entre la toma de riesgos y las reacciones fisiológicas que producen las actuaciones de toma o aversión a riesgo en base a las reacciones ante mercados prolongadamente alcistas o bajistas. Las decisiones no sólo provienen de procesos de forma aislada mentales o cerebrales, sino los impulsos que la mente recibe del resto del cuerpo, a través de la secreción de sustancias en el cuerpo que se generan por origen genético y por hábitos adoptados.
El cuerpo genera a estos efectos dos hormonas principales, testosterona y cortisol. Ambas en cantidades apropiadas son buenas, porque despiertan los sentidos de la persona de cara a estar atento a las oportunidades. Las mejores decisiones se toman en un estado de “alerta óptima”. Los mercados prolongadamente alcistas o bajistas pueden generar una cantidad excesiva de hormonas con impacto en el proceso de decisión.
Coates observa que la mayoría de los operadores financieros son hombres. En los mercados marcadamente alcistas prima la generación de testosterona, hormona fundamentalmente masculina, (las mujeres tienen un 20% de la que tienen los hombres), que da una sensación de poder, control y fomenta el comportamiento agresivo. Se infraestima el riesgo, se toma más a la ligera. En los mercados bajistas se genera la hormona cortisol u hormona del pesimismo, y si son prolongados, se fomenta una gran aversión al riesgo, no siendo capaz de distinguir oportunidades y generando un bucle de negativismo en la persona. Las cosas sólo pueden empeorar, y la reacción bajista de los precios alcanza niveles también irracionales.
Ello hace que los mercados se sobrevaloren o infravaloren, consecuencia de la primacía desorbitada de una u otra hormona.
La secreción en grandes cantidades puede preceder a la depresión, porque todo se ve negativo, no se ven las cosas objetivamente, y en todo momento se piensa sobre lo negativo, no cuando “toque”. No se disfruta el momento, no se duerme lo suficiente (sueño RAM o de desconexión). Es importante generar defensa contra esta situación, siendo lo mejor el ejercicio físico continuado, ya que genera otras sustancias que contrarrestan el exceso de cortisol.
Los precios en los mercados se forman por actualización a valor presente de los flujos futuros que un determinado bien de inversión puede producir. Por ejemplo, el precio de las acciones de Repsol hoy, es el valor actual neto de sus dividendos futuros, es decir, la cantidad de dinero que devolverá a los accionistas en función de sus beneficios y el «pay out” o porcentaje que distribuya. La otra medida es lo que se denomina el PER o múltiplo de beneficios. Ambas medidas se entrelazan en la valoración de la acción, dentro del resto de las informaciones generales del mercado o sectoriales que afectan al sector donde opera Repsol. Podríamos decir, con todas las cautelas, que los mercados exuberantemente alcistas o crónicamente bajistas son aquellos en los que el precio de Repsol sube o baja de forma excesiva respecto a la lógica de su valor intrínseco (determinada por valores realistas” de su nivel de beneficios esperado o múltiplo de cotización).
La biología podría explicar una parte de los comportamientos extremos de los mercados financieros.
Seguro que este trabajo de Coates se encuentra bien fundamentado en solidos estudios. No obstante, cuesta creer que la AGREGACION de un tan número de agentes financieros individuales(por muy humanos que cada uno de ellos sea), junto con otros agentes que son meras máquinas, deje margen para esa identificada influencia "biologica" relevante…..reflexión curiosa e interesante, en cualquier caso….
Yo creo que no existe esa evidencia empírica, pero sí que el exceso hormonal puede generar actitudes de relativo desprecio o de aversión al riesgo en ciertas personas y en ciertos momentos. Y estas actuaciones no hay que disociarlas del trading automatizado que genera operaciones encadenadas cuando se alcanzan ciertos niveles. Por tanto, es una combinación de varios factores, ni siquiera son sólo estos dos. Para mí lo relevante es que algunos operadores claves en los mercados bajo ciertas situaciones pueden ser una población "clínica" y por tanto, un factor que puede exacerbar las reacciones de los mercados.