Davos es una pequeña ciudad suiza que se ha hecho un lugar en la historia por el impulso de un hombre: Klaus Schwab. Este académico alemán que estudió en Harvard es posiblemente hoy la persona con más contactos importantes del mundo, como en su momento lo fue Henry Kissinger.
El Foro Económico Mundial de Davos (World Economic Forum o WEF) es el punto de encuentro anual de la red de personas más poderosas e influyentes del mundo. Se espera que en enero de 2020 se congreguen más de 3.000 personas entre presidentes de gobiernos, empresarios, intelectuales, asociaciones sin ánimo de lucro, banqueros centrales, ministros y otras personas importantes. ¿El objetivo? Discutir y centrar la atención en los problemas que atenazan el mundo, establecer contactos y tratar de establecer consensos para resolverlos. Sobre estructuras como el Foro de Davos ya hablé recientemente en la reseña sobre el libro «La plaza y la torre». Usando el símil del libro, «si las torres son las rígidas estructuras políticas existentes en la actualidad, en Davos es donde se negocian los acuerdos. «
El WEF existe desde 1988 y es la evolución del Foro Administrativo de Europa que se creó en 1971 para importar a Europa las prácticas de gestión de EEUU, pero que gradualmente se ha convertido en el gran protector y artífice de conversaciones sobre la globalización, pero también sobre la paz y la armonía política. Aquí pronunció Mandela su famosa conferencia en 1992 y enemigos acérrrimos como Turquía y Grecia llegaron a acuerdos importantes.
Conscientes de los enormes retos que se han ido acumulando en los últimos años, el año 2020 marca un punto de inflexión en la agenda de Davos. Entre los temas centrales está cómo hacer una globalización más sostenible o de qué forma ir hacia un «stakeholder capitalism» donde no sólo los intereses de los inversores sean tenidos en cuenta. Esta es la agenda:
- Ecología: cómo movilizar a las empresas para responder a los riesgos del cambio climático y garantizar que las medidas para proteger la biodiversidad lleguen al suelo de los bosques y los fondos oceánicos.
- Economía: cómo eliminar la carga de la deuda a largo plazo y mantener la economía funcionando a un ritmo que permita una mayor inclusión.
- Tecnología: cómo crear un consenso global sobre el despliegue de tecnologías de la Cuarta Revolución Industrial y evitar una «guerra tecnológica».
- Sociedad: Cómo volver a capacitar y mejorar a mil millones de personas en la próxima década.
- Geopolítica: cómo el «espíritu de Davos» puede crear puentes para resolver conflictos en puntos críticos globales. Reuniones informales para establecer una conciliación kickstart.
- Industria: cómo ayudar a las empresas a crear los modelos necesarios para impulsar la empresa en la Cuarta Revolución Industrial. Cómo navegar por una empresa en un mundo expuesto a tensiones políticas e impulsado por un cambio tecnológico exponencial, así como por las crecientes expectativas de todas las partes interesadas.
La agenda de Davos emana de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU («Sustainable Development Goals» o SDG por sus siglas en inglés). Siendo objetivos deseables e incluso críticos para la supervivencia del planeta y su desarrollo armónico y equilibrado, está claro que habrá que establecer objetivos intermedios que nos alejen del cortoplacismo y además cambiar muchas de las asunciones de hoy. Por ejemplo, las medidas de desarrollo económico como el PIB ya no reflejan la riqueza o el crecimiento de la sociedad de una forma representativa. Por ejemplo, las desigualdades crecientes en la sociedad y la concentración de riqueza en activos «intangibles» como consecuencia de la tecnología, requieren nuevas formas de medición para actuar adecuadamente. Para desarrollarlos, compañías como MSCI están creando un «scorecard» o cuadro de mandos:
Source: MSCI ESG Research |
Para caminar en esta línea, las empresas están comenzando a incorporar los principios ESG (Environmental, Social, Governance) dentro de sus prácticas de gestión y ello afectará muy especialmente a las empresas de servicios de inversión, que cada vez más verificarán la adherencia a estos principios de las empresas en las que invierten. Con los incentivos adecuados, las empresas deben ir cambiando sus prácticas si no quieren quedar estigmatizadas como irresponsables o «outliers» de los ESG.
Ello permitirá una mayor alineación de los objetivos políticos establecidos en la ONU y en Davos con las prácticas empresariales. Esta agenda emergente será crucial para entender los cambios políticos, económicos y sociales que veremos en los próximos años. Foros y redes «informales» como el WEF de Davos son fundamentales para tender puentes y construir consensos ante la emergencia de potencias como China, actitudes proteccionistas como las de EEUU y el cambio de centro de gravedad del crecimiento económico desde Occidente hacia los países asiáticos y africanos.