El pasado 10 de Diciembre celebramos en AdI una sesión con el título: «¿Hemos alcanzado los límites de la biosfera?». Por su interés, reproducimos el texto íntegro aportado por Jorge Juan García Alonso. El debate fue lógicamente intenso ante un fenómeno tan crucial para el futuro de la Humanidad.
La ecología es la ciencia que estudia las relaciones de los diferentes elementos que forman un ecosistema. Una regla básica para que un ecosistema se sustente en el tiempo es que no se puede detraer más recursos que los que el ecosistema es capaz de regenerar y que los residuos que produce deben ser absorbidos de la misma manera.
En las últimas décadas, tras la segunda guerra mundial, se estableció y expandió globalmente una civilización basada en el consumo. La podemos denominar, civilización occidental, ya que se trataba de número reducido de países los que lideraron el crecimiento y se beneficiaban de él. Tras varios siglos de revoluciones industriales, la sociedad occidental alcanzaba un crecimiento asombroso, tanto en términos de producción y consumo, como en número de habitantes y un alto grado de confort. A este hecho se le denominó progreso. Hasta los años 90, más o menos funcionó. Se trataba de una situación injusta, ya que el 20 % de los habitantes de la tierra, los seguidores de la cultura occidental, consumían el 86 % de los recursos, pero aparentemente parecía sostenible en el tiempo.
A finales de los años 80 y principios de los 90. según caía el otro gran modelo económico-social surgido de las revoluciones industriales, el comunismo, surgía internet y una serie de países muy poblados, como India, China, Rusia o Brasil, decidieron abrazar la cultura occidental, su industrialismo y la sociedad de consumo. Aparece la globalización. En pocos años se produce un trasvase enorme de la capacidad productiva hacia estos países que se denominaron como emergentes, así como la aspiración de sus pobladores a acceder al paraíso de la sociedad de consumo.
Los incipientes problemas medio ambientales generados por un manera de entender la vida, el estilo de vida occidental, donde todos los ciudadanos deben de trabajar todo lo posible, para ser lo más productivos y acceder al paraíso del consumo, se hacen globales y entran en fase de aceleración fulgurante. Los antiguos países ricos, todavía quieren más, y su codicia les lleva a endeudarse sin fin, para generar más producción y consumo. La tragedia está servida.
Los problemas medio ambientales comienzan a manifestarse de una manera dramática. Los gobiernos se dan cuenta que algo no funciona, pero ya no pueden parar la máquina. La inercia es tremenda. Es difícil, por no decir imposible, reprogramar a los ciudadanos-consumidores. En la década de los 90, comienzan las cumbres medioambientales intergubernamentales.
La última es la de París (COP21), donde a la desesperada, algunos ecologistas pedían la declaración del estado de emergencia mundial. Todas han fallado, Paris también. No han conseguido ni de cerca parar la inercia, y mucho menos trazar un plan de contingencia. El destrozo medio ambiental es global y de enormes proporciones. La mayor parte de los recursos que necesita la civilización occidental han entrado o están cerca de alcanzar su cenit de producción. Cada vez será más caro, y por lo tanto, menos rentable su proceso poniendo en peligro la base del modelo occidental, el crecimiento económico permanente. Hemos contaminado cielo, agua y tierra, y la mayor parte de la biodiversidad está en peligro. El colapso ecológico está servido, y podemos observar los prolegómenos en multitud de manifestaciones, incluidas las crisis financieras y energéticas, que no se pueden desligar de la crisis medio ambiental. La cultura occidental ha rebasado los límites de la biosfera, entrando en un terreno desconocido que podría asimilarse a un planeta no explorado. Los ciclos naturales tal y como los conocemos desde que existe el ser humano están rotos.
La lógica nos dice que siendo un tema tan importante debería ser prioritario para los gobiernos, pero no es así, como bien hemos podido constatar directamente en nuestros propios cuerpos. Tras haber intentando durante años y con un gran esfuerzo buscar soluciones desde arriba, o sea, desde el Estado, los gobiernos o instituciones, terminamos tirando la toalla. Los intereses económicos existentes son tan fuertes que imposibilitan cualquier tipo de cambio.
Nuestra opinión es que ya no hay tiempo. El colapso ya está sucediendo. Estamos metabolizando nuestro hábitat a velocidad de vértigo. Es probable que estemos viviendo las etapas iniciales de un colapso civilizatorio. Vamos directamente hacia otra cosa, incierta y desconocida, y que no estará exenta de dolor. La nueva civilización, si conseguimos reestablecer un hábitat estable en las próximas generaciones será órganica, menos compleja, más low tech que high tech, más local que global, Lo que ahora vale, dejará de valer. Lo que ahora no vale nada, pasará a ser lo que valga. Aunque la sensación más común es que estas cosas pasan lejos, ocurrirá cerca de tu casa.
Nuestro esfuerzo en estos últimos años se basa en trabajar desde lo pequeño, desde lo más tangible, desde abajo del todo. Hemos creado un pequeño hábitat que trata de fusionar la forma de vivir de las comunidades preindustriales de los pueblos de Castilla con las nuevas tecnologías y la incipiente sociedad de conocimiento. Nos preguntamos si es posible crear una forma de vida que generando conexiones entre los elementos naturales nos permita vivir trabajando menos, con más tiempo libre, con más salud y que nos pueda hacer más felices. En un pasado no muy lejano cada vivienda familiar en el entorno rural de Castilla era un pequeño modelo económico autosuficiente, integrado en una comunidad que cooperaba y que les permitió sobrevivir durante siglos.
Enlaces relacionados:
Muy interesante punto de vista el de Jorge Juan.
La política, como ha demostrado la COP de París, es el arte de lo posible. La petición "a la desesperada" de el estado de emergencia mundial que algunos pedían no deja de ser un acto pintoresco. Tanto como irrealizable.
El error fundamental de la mayor parte de los ecologistas es el tratar a la Tierra según el concepto de Gaia, es decir, como si se tratase de un ser vivo. De ahí, extrapolan para tratar a la Humanidad como a otro ser vivo que habita -o parasita- la Tierra.
Mientras que puedo estar de acuerdo con el concepto de Gaia, en realidad a la Tierra le resulta absolutamente indiferente si el ser humano está sobre su superficie. Ha pasado millones de años sin que estuviera el Hombre y no parecía irle nada mal. La Tierra ha pasado por etapas peores (desde el punto de vista de la habitabilidad humana, que parece que fuera el único que importa) que cualquiera a la que podamos llevarla nosotros.
En lo que no estoy de acuerdo en absoluto es en atribuirle a la Humanidad un carácter de ser único e indivisible. Me temo que es algo más complicado que todo eso. La Historia nos demuestra que, cuando se ha alcanzado (y no entro todavía en el fondo de la cuestión de si estamos en ese punto a nivel global) el límite de sostenibilidad de un ecosistema -normalmente incluso antes- cada comunidad humana o cada individuo ha buscado su supervivencia individual a costa de la de sus congéneres. No sería la primera vez que tengamos que retroceder a estándares de vida más austeros que en etapas anteriores, sin embargo, cada retroceso ha venido precedido por una etapa de turbulencia política. Y la guerra sigue sin ser otra cosa que la continuación de la política por otros medios.
La Humanidad, como ente resiliente que es, prescindirá de la parte de ella misma que le sobre para que el resto pueda seguir funcionando. El problema de la sostenibilidad medioambiental es una cuestión de números. De números y de distribución geográfica.
Donde no puedo sino estar de acuerdo es en el hecho de que el estilo de vida actual sí resulta insostenible. Pero no es que este estilo no pueda sostenerlo la Tierra, es que es insostenible per sé. Esta loca huida hacia adelante en la que nos hemos embarcado está condenada a encontrarse con límites que pueden no ser siquiera los de los recursos del planeta. Parece ser que Las Vegas, por ejemplo, tiene que crecer cada año alrededor de un 5% para seguir siendo rentable. Quousque tandem abutere? ¿Hasta cuándo abusaremos?
En mi opinión no hemos alcanzado el límite de los recursos de la Tierra, hemos sobrepasado con creces los de la lógica y el sentido común en cuanto a nuestra forma de vivir.
Por último, intentar vislumbrar un escenario apocalíptico desde el punto de vista de una única disciplina o fenómeno puede llevar a engaño. Estamos avanzando hacia suficiente número de precipicios de forma simultanea como para aventurarse a decir por cuál nos despeñaremos primero de no variar el rumbo.
Anónimo 15:35, y ¿cual es tu visión? Parece que apuntas a una guerra, pero no te atreves a afirmarlo. ¿no es este un escenario apocalíptico, aunque comienzas desprestigiando a los ecologistas que pedían un estado de emergencia muncial?
Scientists See Catastrophe in Latest Draft of Climate Deal
Opinión de Ecologistas en Acción: París, un acuerdo decepcionante que desoye a la ciudadanía
Opinión en Zero-hedge: World Leaders Just Agreed To A "Historic" Climate Accord… Which Is Non-Binding And Has No Enforcement Language
Opinión de Naomi Klein: El acuerdo ignorará por completo los límites de los que advierte la ciencia
Interesante reflexión…salvo el apunte final.
De forma explícita o implícita da la impresión de sugerir no hacer nada, al suponer que pueden ocurrir tantas desgracias, de las que la catástrofe climática serían tan solo una de ellas.
¿No parece más razonable (y más responsable)atacar cada una de ellas y no quedar paralizado?
Este comentario ha sido eliminado por el autor.