Al contrario de lo que ocurre a nivel nacional, la política internacional se mueve a un ritmo dilatado, convirtiendo algunos pronósticos no necesariamente en equivocados sino en precipitados, en tanto no se materializan en el corto plazo sino con mayor lentitud, a menudo más en términos de décadas que años. Sí que hay algo que viene anunciándose desde hace tiempo y que por fin parece haber cristalizado, y es el auge de China y la consiguiente emergencia de tensiones con la ya antigua superpotencia, Estados Unidos. Estas tensiones han afectado en primer lugar a ambos contendientes, pero también a la práctica totalidad de las regiones del globo, aunque de forma heterogénea y a distinto ritmo. Una de esas regiones es Europa, que se encuentra hoy en una encrucijada con respecto a dicho conflicto, pues si bien el aliado tradicional de sus países miembros se encuentra al otro lado del Atlántico la influencia de Pekín es a menudo demasiado tentadora en términos de inversiones y financiación de infraestructuras como para no alterar dicha inclinación histórica. Esto ha llevado a una división que alarma a los americanos y anima a su contrincante, además de crear tensiones dentro de la propia UE.
La principal división que encontramos se da entre la parte occidental y la oriental del continente, no necesariamente en términos de importación o exportación de bienes sino en áreas más ligadas a la infraestructura estatal, en las que la influencia china puede ser más prolongada y sostenible. Si bien esto no se hace notar particularmente en Europa occidental, en el resto del continente han ido proliferando casos a tener en cuenta. En Grecia, por ejemplo, el gigante estatal chino COSCO Shipping Corporation controla el 51% del histórico puerto del Pireo (una pieza clave para la llegada al continente de la Iniciativa de la Franja y la Ruta), mientras que en el puerto polaco de Gdynia la misma compañía ha ido ganando control en los últimos años. El gigante asiático será también el encargado de proveer trenes de alta velocidad al trayecto que va de Budapest a Belgrado, y tiene buena parte del control logístico de la red ferroviaria de Malaszewicze, una pequeña población polaca que es fundamental para el tránsito de mercancías que viene de Asia hacia Europa. Pese a las advertencias de la Comisión Europea con respecto al peligro que supone dejar en manos de entes estatales chinos el control de infraestructuras de alta importancia estos países no cuentan con alternativas viables en el corto plazo para garantizar estas inversiones.
Pekín no esconde sus intenciones de establecer un vínculo ad hoc con esta región del continente. En 2012 fue creada en Budapest la asociación ‘Cooperación entre China y países de Europa Central y Oriental’ (más conocida como ‘14+1’), que a día de hoy componen, además del país asiático, Albania, Bosnia Herzegovina, Bulgaria, Croacia, República Checa, Grecia, Hungría, Montenegro, Macedonia, Polonia, Rumanía, Serbia, Eslovaquia, y Eslovenia. La idea es favorecer no solo el comercio y la inversión entre China y dichos países, sino también cierto acercamiento cultural y hasta político, que desde Pekín ha venido entendiéndose como una forma de extender, por el momento quizás sin demasiado éxito, su poder blando. La organización, antes conocida como ‘17+1’ ha ido perdiendo miembros, entre ellos los países bálticos (Lituania, Letonia y Estonia), no tanto por motivos puramente económicos sino diplomáticos, fundamentalmente en torno a presiones chinas con respecto a Taiwán y su alianza con la Rusia de Putin, todo ello prueba de los límites de crear este tipo de vínculos sin atender a las reticencias políticas de los estados miembros, con la excepción del socio fundamental de China en la región, que no por casualidad es Hungría.
Francia y Alemania, los dos principales integrantes de la UE, también tienen actitudes divergentes. Mientras que Emmanuel Macron ve la confrontación como una posibilidad para la UE de convertirse en un nuevo polo dentro del mundo multipolar que presuntamente se materializará en los próximos tiempos, para el canciller Olaf Scholz los pasos a seguir son inevitablemente más ambiguos, dada la importancia de China en términos de mercado interno (Volkswagen lidera la venta de vehículos en el país asiático) y exportador de algunos componentes clave, como aquellos necesarios para la producción de vehículos eléctricos. Esto ha llevado a Alemania a moverse en una cuerda muy fina, entre las presiones de su aliado americano y la cruda realidad económica de su relación con Pekín, todo ello en un contexto en el cual el país europeo puede ver amenazada su posición como potencia económica global. Francia por su parte se ve con más margen para reivindicar la autonomía europea, creando una discrepancia con el otro pilar de la UE, pero también con respecto a las presiones americanas.
Ante esta situación Washington ha mostrado su preocupación en diversas ocasiones. Parece ser una posición compartida por el espectro político estadounidense que es necesario detener la expansión china en términos de progreso tecnológico y exportaciones, y que esto implica actuar no solo desde EEUU sino también orientar la política comercial de sus aliados más cercanos, entre ellos aquellos que forman parte de la UE, un mercado esencial para el gigante asiático. El problema fundamental es que parece que precisamente ahí se queda su postura, en una serie de presiones que no ofrecen alternativas a países que lo que demandan es un horizonte en términos de crecimiento económico y construcción y mantenimiento de infraestructuras, algo que por lo menos en ciertos casos China sí puede ofrecer. Esta es de hecho una de las limitaciones de este enfoque, y es que Washington parece ajeno a la realidad de algunos países europeos (que, como ya se ha comentado, además divergen entre ellos en términos de exposición a la economía china), que no tienen una capacidad económica siquiera cercana a la suya y no pueden por tanto prescindir de su relación con China, mucho menos en el corto plazo. Por si esto fuera poco, el objetivo de algunos países europeos no es solo ganar autonomía con respecto de China sino también de EEUU.
¿Qué camino debería tomar la UE y sus estados miembros ante esta encrucijada? Algunas propuestas, más en términos de líneas generales que de políticas públicas regionales o nacionales concretas, podrían ser las siguientes:
- Demandar reciprocidad con respecto a China, esto es, exigir un nivel similar de acceso al mercado interno chino y proteger las infraestructuras claves en áreas en que el propio país asiático defiende las suyas de inversiones extranjeras privadas o públicas.
- Tomar conciencia de la importancia de llevar a cabo una serie de políticas económicas con resultados concretos, en lugar de depender en exceso del poder blando y de la designación de China como adversaria de nuestros valores.
- Fomentar la robustez de los sistemas democráticos y el control de las élites políticas en países en que estas tengan mayor posibilidad de ser cooptadas por China, así como tratar de favorecer entornos mediáticos plurales que impidan la desinformación que en ocasiones utiliza dicho país.
- Exigir a EEUU una alternativa real a la influencia económica china, no solo para los países de Europa oriental sino para Alemania, incluso aun a riesgo de dañar los intereses de algunos actores económicos americanos que compiten directamente con sus homólogos europeos. La creación de la iniciativa ‘Build Back Better World‘ (B3W) como alternativa al ‘One Belt One Road’ chino es un paso en dicha dirección, pero uno cuyos frutos aún están por ver.
- Prestar especial atención a los estados miembros que mayor déficit comercial tienen con China, como República Checa o Hungría, y crear incentivos y oportunidades para que lo corrijan. Por extensión, prestar atención a los intereses nacionales concretos, dadas las divergencias dentro de la UE, en lugar de entenderla como un ‘bloque comercial’ homogéneo.
- En el largo plazo, fomentar la autonomía europea con respecto a nuestro aliado transatlántico, dada la existencia en dicho país de fuerzas políticas que, de llegar al poder, pueden trastocar dicha alianza.
Bibliografía utilizada
China and the transatlantic relationship. Obstacles to deeper European–US cooperation https://www.chathamhouse.org/sites/default/files/2022-06/2022-06-16-china-transatlantic-relationship-bergsen-et-al_0.pdf
China is losing Eastern Europe https://www.atlanticcouncil.org/blogs/econographics/china-is-losing-eastern-europe/
China’s Influence in Southeastern, Central, and Eastern Europe: Vulnerabilities and Resilience in Four Countries https://carnegieendowment.org/2021/10/13/china-s-influence-in-southeastern-central-and-eastern-europe-vulnerabilities-and-resilience-in-four-countries-pub-85415
CRRC to export high-speed train system to help build Hungary-Serbia Railway https://www.globaltimes.cn/page/202310/1299999.shtml
Atenas vende el Puerto de El Pireo al gigante estatal chino COSCO por 368 millones https://www.rtve.es/noticias/20160408/atenas-vende-puerto-pireo-gigante-chino-cosco-por-368-millones/1333648.shtml
China, Hungary sign five cooperation documents amid progressing relationship https://www.globaltimes.cn/page/202310/1300043.shtml
Europe Is Disastrously Split on China https://gppi.net/2023/04/12/europe-is-disastrously-split-on-china
Europe’s disunity over China deepens https://www.politico.eu/article/europe-germany-france-olaf-scholz-disunity-over-china-deepens/
Towards a joint Western alternative to the Belt and Road Initiative? https://www.europarl.europa.eu/RegData/etudes/BRIE/2021/698824/EPRS_BRI(2021)698824_EN.pdf
Muchas gracias por el artículo. Me gustaría pensar que las iniciativas planteadas son viables, pero me temo que la fragmentación política en la parte occidental vs la unidad de decisión del régimen chino dificulta la toma de decisiones que afectarían a distintos países con intereses y circunstancias diversas.