Hace más de seis meses que escribí en este blog sobre «La vida de 100 años».
Hoy veo con cierta envidia una entrada en el Financial Times, donde se hace eco de que el libro de los profesores Lynda Gratton y Andrew Scott se ha convertido en una cuestión nacional en Japón. El propio primer ministro Shinzo Abe ha creado una agenda de país para abordar los retos y oportunidades que una vida más larga tiene en el país más envejecido del mundo, Japón. El propio Abe preside las reuniones de un grupo multidisciplinar que estudia y coordina las distintas iniciativas.
Shinzo Abe preside el consejo para el diseño de la sociedad en la vida de 100 años |
El libro fue publicado en España a mitad de 2017 por la editorial Versus, comenzó con una tirada modesta y no ha estado en los lineales de las principales vendedoras del país de libros, pero aún así fue identificado por el jurado de los premios al mejor libro de empresa Knowsquare como el libro más relevante del año pasado. El tema ha generado debates en la Fundación Fide, y algunas compañías de seguros e inversiones lo abanderan como herramienta para sensibilizar a los españoles sobre la necesidad de ahorrar recurrentemente. Incluso ha tenido una cierta cobertura en diarios como El Mundo y la Fundación Rafael del Pino le dedicó una sesión, pero los líderes políticos y sociales siguen silenciosos sobre los indudables efectos que la ampliación de la vida biológica tendrá en todos los aspectos de la vida de las personas. En todo caso, los debates siguen concentrados en la mediática «hucha de las pensiones» y la siempre inacabada reforma del Pacto de Toledo sobre pensiones.
Sin duda, Japón tiene muchas razones para liderar una agenda de acción innovadora en la materia dada su estructura demográfica, social y empresarial. No sólo es el país más envejecido del mundo, sino que su mano de obra empieza a escasear y los cuidados a los mayores, una cuestión fundamental en su cultura, necesitan de muchas manos y los japoneses piensan abordarlos con la implantación masiva de tecnologías robóticas. Japón tiene una tradición de liderazgo ante grandes retos como demostró su resurgimiento y primacía tecnológica durante los años posteriores a la derrota en la Segunda Guerra Mundial.
Pero España no tiene menos argumentos para abordar un plan nacional ante «La vida de 100 años». Somos el segundo país más envejecido del planeta, y si bien las migraciones que provengan de Latinoamérica o del Norte de Africa rebajarán la edad media de la población, ello no impide que un creciente número de mayores de 65 años, en gran estado de salud, disponibilidad y deseos para trabajar, se encuentren con el temido estado administrativo y etiqueta social de «jubilado». Ello tiene unas enormes consecuencias en términos de composición del PIB, ya que la mayoría del consumo pasará a realizarse por personas cada vez mayores. Y de la misma forma la edad media de los votantes crecerá con lo cual sus prioridades serán parte central de la agenda política.
Pero esta vida de 100 años no es sólo importante para las cohortes de mayores, sino para los jóvenes de nuestro país, que no pueden soportar cómo la generación más rica de la historia de España se dispone a vivir más años que nunca consumiendo los recursos del país sin que haya un plan nacional para abordarlo. El primer paso es que las personas seamos conscientes de lo que implica una vida más larga, y para ello son fundamentales los líderes sociales y políticos. Sólo si ellos dan el primer paso como está haciendo Shinzo Abe en Japón, y si además es materia de Estado al margen de los cambios políticos cada cuatro años, la vida de 100 años puede ser motivo de optimismo en lugar de preocupación.
Aún estamos a tiempo para liderar en un campo donde sin duda todos los países acabarán entrando. La vida de 100 años es un fenómeno imparable producto de la mejora de calidad de vida, la disminución de la mortalidad infantil y los avances biomédicos que permiten aplazar el deterioro celular. España debería usar sus factores específicos y convertir en oportunidad la teórica amenaza de una vida con más población joven durante una vida más larga.
Siendo uno de los principales destinos turísticos mundiales, incluyendo jubilados de varios países europeos, tiene una masa de personas muy amplia con la cual experimentar distintos tipos de políticas e iniciativas, no sólo públicas sino también privadas.
España es uno de los países con mayor déficit de ahorro finalista para la «tercera etapa», aunque es más habitual que en el resto de Europa tener casa propia. Seguimos acumulando déficit público año tras año, tenemos una deuda del 100% del PIB y millones de personas esperan vivir de una pension de la seguridad social que se cubre fundamentalmente con contribuciones de trabajadores en activo (en proporción de 1 por cada 3 jubilados hoy). Los españoles necesitamos ahorrar más, y a corto plazo movilizar el ahorro que hoy está invertido en residencial.
España necesita modificar la legislación laboral actual para no caer en la «jubilación desfiladero»: planificar transiciones, que trabaje quien lo desea y pueda aportar, y ser más creativo con fórmulas laborales o mercantiles que permitan que las personas mayores de 65/67 años puedan seguir trabajando.
Para que esto sea posible, las personas deben revalidar sus capacidades para poder trabajar, crear riqueza y ser productivos saliendo del ciclo clásico formación académica antes de trabajar, período laboral donde se aprende por experiencia laboral mayoritariamente hasta desembocar en la etapa de jubilación. Ante la revolución tecnológica que está afectando los modelos de trabajo, las personas han de volver a estudiar, reciclarse en nuevos conocimientos, habilidades y competencias propias de una sociedad digital más abierta donde todo ocurre más rápido.
Sin entrar en una planificación centralizada, España debería elegir algunos sectores donde desarrollar polícias asociadas con la vida de 100 años. Sin duda el sector de la salud es uno de ellos, y partimos de buenas universidades público privadas y hospitales. Otro podría ser el del turismo y un tercer todo lo relacionados con nuevas tecnologías asociadas con la sostenibilidad medioambiental. El Estado debería de actuar como banco de pruebas al ser el mayor empleador del país. Una reforma completa de la función pública con la vista puesta en la tecnología, la productividad en la era digital debería convertirse en un objetivo clave.
Una educación financiera desde la juventud, enseñando el valor de la inversión, las recompensas aplazadas frente a vivir en en día a día, la planificación financiera a largo plazo, son fundamentales para que las generaciones más jóvenes e incluso las intermedias puedan reaccionar ante su propio horizonte de vida más alargado.
Pero todo lo anterior no es posible si no hay un plan, y el mismo pasa por una concienciación del problema y un pacto para que las medidas que se tomen formen parte de una agenda de largo plazo. Sólo así seremos capaces de convertir la vida de 100 años en una oportunidad, resolviendo de camino un problema.