Siguiendo con la línea de publicar artículos de acuerdo con las temáticas que seguimos en el Alcázar de las Ideas, incorporamos el texto propuesto por Alejandro Sánchez del Campo Redonet, Regulatory Counsel en Telefónica Digital, editor de replicantelegal.com, y miembro del Consejo Académico de FIDE.
IoT es una de las siglas de moda actualmente. Es el acrónimo de Internet of Things o internet de las cosas en español. En esencia, se trata de dotar de sensores y conectividad a objetos cotidianos para que puedan acceder a internet y comunicarse entre sí y con las plataformas que los gestionan. Muy relacionado con IoT está el big data, cuya finalidad es procesar la ingente cantidad de datos que se generan para extraer información relevante.
Para hacernos una idea de la magnitud del fenómeno podemos decir que los expertos prevén que en menos de 2 años habrá más de 40 millones de coches conectados y que se estima que el mercado mundial de soluciones IoT crecerá desde los 2 trillones del año 2014 hasta los más de 7 trillones (ambos americanos) de 2020. Muchos lo califican como la siguiente gran disrupción económica.
Hemos mencionado antes los coches conectados porque el sector del automóvil -y del transporte en general- es uno de los que más va a sufrir la tecvolución (término que tomo prestado de mi amigo Hans Boeck). La adopción masiva de las tecnologías vehicle-to-vehicle (V2V) y vehicle-to-infrastructure(V2I), unido a la consolidación de las ciudades inteligentes, introducirán mejoras significativas en la circulación: los coches se comunicarán entre ellos y también interactuarán constantemente con semáforos, señales e incluso smartphones de los viandantes. Los atascos disminuirán porque el coche elegirá la mejor ruta para llegar a un punto y el consumo de combustible será más eficiente.
Añadido a lo anterior, se está avanzando mucho en dotar de autonomía a los vehículos y se estima que en menos de 10 años se comercializarán los primeros coches que no necesitan conductor. Pensemos un momento en las potenciales consecuencias de este desarrollo: los accidentes de tráfico se reducirían notablemente (se estima que más de 90% de los mismos está provocado por un error humano), aumentaría enormemente la movilidad de personas con problemas de visión u otra discapacidad que les impida conducir y aumentaría también el tiempo de ocio y la productividad al liberarse las “horas muertas” que ahora dedicamos a manejar el coche.
Si triunfan los vehículos autónomos las consecuencias serían todavía más profundas porque es muy probable que, en ese caso, fuera más económico alquilar el coche cada vez que lo necesitásemos en lugar de adquirirlo en propiedad. De hecho, ya se ha acuñado el concepto CaaS (Car as a Service). Lógicamente estos cambios también tendrían gran impacto en el sector de los aparcamientos, de los seguros y –especialmente- de los taxistas y conductores profesionales, que verían seriamente amenazados sus puestos de trabajo.
Otra tecvolución que vamos a vivir en los próximos años se producirá en las ciudades. Cada vez escuchamos más hablar de smart cities. Las urbes que se denominan así aspiran a aprovechar todo el potencial de los avances tecnológicos para ahorrar costes, ser más eficientes, promover nuevos servicios, reducir su huella ambiental y estimular la innovación. Como ejemplo, podemos citar a Santander, que es una de las más avanzadas en España. Cuenta con más de 20.000 sensores que captan y transmiten datos como temperatura, presión atmosférica y niveles de ruido o CO2, frecuencia de los transportes públicos; y permiten gestionar eficazmente el consumo energético de edificios municipales y del alumbrado público.
Nos jugamos mucho en este reto porque se estima que en el año 2050 más de 7.000 millones de personas vivirán en ciudades (frente a menos de 1.000 millones en 1950).
Lógicamente estos nuevos desarrollos plantean nuevos desafíos, entre ellos la protección de la seguridad y de la privacidad. Sería conveniente que esos riesgos se tuvieran en cuenta en el momento del diseño de los servicios (lo que se conoce como privacy by design) para evitar males mayores.
Lo cierto es que estamos en los albores de la aplicación de internet aplicado a las cosas, y en el caso de la industria automovilística, el impacto puede ser enorme. Técnicamente el coche autoconducido puede ser una realidad en muy pocos años (entre 2 y 5 años es el pronóstico de Elon Musk), aunque otro tema es cuando será autorizado a circular sin intervención humana. El modelo de negocio actual de las compañías consiste fundamentalmente en fabricar y vender (en pocos casos en terminos porcentuales las propias compañías se quedan "en balance" con los coches ofreciendolos en renting o leasing). Sin embargo, cual es el incentivo para la posesión de un coche si no hay que conducirlo en el futuro? Podemos imaginar flotas de coches eléctricos circulando autonomamente por la ciudad, prestos a recibir una llamada a través de nuestro móvil para hacer un transporte punto a punto? Es como el transporte público urbano, pero con mayor versatilidad. Las primeras reacciones de algunos gobiernos, como el del estado de California, es exigir en su reciente regulación que los coches autoconducidos estén equipados con funcionalidad para que un conductor humano pueda tomar el control y por tanto, habrán de seguir tripulados por un conductor autorizado. Lo que es normal en esta fase aun poco consolidada del coche autoconducido.
Económicamente se ve la fortaleza del IoT automovilístico en que hace diez años el porcentaje de la ingeniería dedicada al software en el desarrollo del proyecto de un coche nuevo apenas alcanzaba el 10%. Hoy es el 30% y en diez años podría llegar al 60% (según el Director General de Renault).
Y contestando a Enrique Titos, la primera reacción de las administraciones ante este tipo de innovaciones de consumo es regularlas rápidamente y lo más estrictamente posible, mientras gana tiempo para entenderlas y situarlas en su contexto jurídico apropiado.
Me uno a los oportunos comentarios de mis colegas.
El IoT, desde luego, va mucho más allá de la movilidad. Si es cierto que en dos años habrá 40 millones de vehículos conectados, también lo es que en cuatro habrá del orden de 50.000 millones de dispositivos conectados. Pongo muchas veces por caso el de una cafetera que sabe mucho más de lo que parece (http://source.sierrawireless.com/blog/2012/2/21/sierra_wireless_connects_nespresso_coffee_machines/).
Me parece particularmente importante el comentario de Enrique Titos en el sentido del cambio de modelo de movilidad, que mira más allá de la mera aplicación de la tecnología a un medio. También es fundamental el de Augusto Fernández sobre la regulación de los sectores novedosos. En este sentido, añadir uniendo ambos comentarios que la regulación se está llevando a cabo desde la comprensión incompleta del cambio paradigmático que está teniendo lugar.
Otro apunte final. Efectivamente, veremos una disminución drástica del número de accidentes de automóvil debidos a la causa humana del conductor pero, ¿qué pasa con los originados por causa humana del diseño?, ¿o por causa humana en la definición del algoritmo que obliga al vehículo a decidir entre dos males (atropellar a una persona o poner en riesgo la seguridad del pasajero, o de un grupo de viandantes, por ejemplo)?
Muy interesantes todos los comentarios.
Angel, en relación con el último tema que planteas sobre los algoritmos, echa un ojo a este artículo.
http://replicantelegal.com/cuando-el-algoritmo-toma-los-mandos-del-coche/
En los temas de evolución tecnológica hay que tener cuidado en coordinar las evoluciones de distintos elementos de ese futuro que estamos pronosticando para evitar confundirnos por mucho.
Muchas veces hemos visto como un avance tecnológico disponible al 100% en un momento determinado y con un futuro aparentemente fácil de pronosticar no lo hace como esperábamos simplemente porque algún elemento de la cadena necesario no esta preparado.
Para hacer un buen pronóstico debemos considerar elementos tecnológicos y no tecnológicos algunos de estos últimos mucho mas difíciles de predecir.
A grandes rasgos podriamos decir que el mundo esta evolucionando con todos estos avances hacia un mayor control por las posibilidades que aportan los elementos tecnológicos, esto desde luego no parece discutible, sin embargo si añadimos la componente sociopolitica el debate se abre mucho mas y pronosticar como será nuestro futuro es mucho mas difícil, gracias a Dios porque sino …
Imaginaros toda esa información, todo ese potencial manipulador y con capacidad de decirnos que hacer y como hacerlo en manos de algunos políticos de hoy a los que tanto gusta prohibir y regular.
Es interesante la relación entre política y regulación. Hay que resaltar que el cuerpo de leyes se pensó para modelos y prácticas distintas a las que están surgiendo. Los políticos responden a los grupos de presión que normalmente suelen ser los operadores establecidos. Sin embargo, el tema está cambiando, especialmente en EEUU, donde las grandes tecnológicas son ya más grandes de las empresas convencionales Dow 30. Es cuestión de tiempo que la regulación y las leyes se acomoden a las posibilidades de la tecnología. Una demora o adopción tardía sólo conseguirá que las opciones de empresas y habitantes del país procrastinador tengan menos opciones, lo que a la larga deriva en menor productividad y desmantelamiento más doloroso del statu quo. Es posible que en países como España se mire hacia otro lado o que los debates giren sobre otras cuestiones. El gran tema es cómo adaptar las estructuras de país a las posibilidades y amenazas de esta variante de la revolución tecnológica que representa el Internet de las Cosas.
Recomiendo leer dos interesante artículos al respecto :
http://politikon.es/2016/01/06/automoviles-regulacion-y-el-dia-despues/
http://www.web-strategist.com/blog/2016/01/06/here-comes-the-autonomous-vehicle-arms-race/
Para aquellas personas que trabajan en una empresa o en cualquier organización se encuentra a disposición el renting BMW. Este servicio, pensado de manera integral, permite solucionar el problema de movilidad de forma fácil y rápida.