Digitalización masiva: la cuarta revolución industrial

Nos dicen que la digitalización es la capacidad de codificar cualquier cosa utilizando ceros y unos. Que hemos llegado a límites hace poco impensables y que seguimos rebasando para almacenar, trasmitir y procesar la información utilizando chips con una cantidad de transistores que se cifra en  miles de millones y que todo cabe en una moneda de diez céntimos. 
Todo ello ha revolucionado los dispositivos de movilidad, que ya son mucho más que teléfonos, son ordenadores y videocámaras conectadas en tiempo real a través de infraestructuras de comunicaciones cuya latencia (retardos en la transmisión de datos) es cada vez menor lo que aún incrementará más el número de dispositivos conectados materializando la promesa del internet de las cosas. 
Hoy la sociedad ya no es la misma. Hay más teléfonos móviles que habitantes en el mundo, casi 3000 millones están en las redes sociales y un número superior está conectado a internet. Nos comunicamos más que nunca. Hay países que no tienen servicios básicos cubiertos pero ya disponen de teléfonos móviles. Hay países con una estrategia nacional frente a esta cuarta revolución industrial, y hay otros que siguen enfangados en disputas irrelevantes cuando está en juego la supervivencia misma del modelo de convivencia social en una batalla por el reparto del campo de juego en el nuevo modelo que resultará de la actual revolución tecnológica y científica. En el extremo, el «salto de rana» de países como India con su intento de demonetización es notable. 
Hay más preguntas que respuestas, pero siempre es positivo formularse las preguntas importantes como primer paso. Sin ánimo de ser exhaustivo:

  • ¿Por qué Europa parece estarse quedando al margen de esta revolución liderada por EEUU y Asia?
  • ¿Cual debe ser el rol de los estados en su función de catalizadores del progreso económico?
  • ¿Cómo regular el creciente poder los monopolios de datos como es el caso de Google, Facebook, Alibaba o WeChat?
  • La Inteligencia Artificial está llena de promesas y de amenazas: es imparable y aún está en los albores de lo que puede llegar a ser, especialmente el denominado «aprendizaje profundo».
  • En esta nueva etapa se necesita cada vez menos capital financiero: los costes marginales de casi todo tienden a cero en la economía basada en datos. Las auténticas barreras de entrada están en la capacidad de tener y explotar el conocimiento. 
  • La tecnología crea la promesa de inclusión, pero al tiempo se están incrementando como nunca las desigualdades sociales y la distancia entre los más y los menos favorecidos. 
  • Un retraso en la adaptación es una oportunidad perdida. Una oportunidad perdida no es quedarse atrasado respecto al resto, es atrasarse respecto a la situación presente. Es un camino hacia el deterioro en términos absoluto. No estamos comprendiendo ni la irreversibilidad ni la exponencialidad. 
  • La adaptación al nuevo modelo económico no será sencilla. Sobrarán millones de perfiles anticuados y faltan millones de perfiles profesionales que respondan a los nuevos requerimientos. 
  • La regulación excesiva puede ser una barrera para la adopción tecnológica. El arbitraje regulatorio dará ventajas a los países con regulación más laxa o tolerante con la innovación. 
  • Son necesarias estrategias nacionales o de país mucho más allá de ciclos electorales para desarrollar campeones tecnológicos y sociedades «ganadoras» en el nuevo campo de juego. 
  • Una estrategia de defensa basada en datos será más central para un país que la disponibilidad de armamento militar convencional. Las nuevas «guerras» serán distintas y técnicas como la criptografía serán centrales. 
Estas son algunas de las cuestiones que discutimos en la última sesión del Alcázar de las Ideas el día en que el presidente Donald Trump veta la mayor compra en ciernes de una empresa tecnológica norteamericana como es el caso de Qualcomm por parte de la agresiva singaporense Broadcom, aludiendo el interés de la seguridad nacional. Equivocado o no, previsible o no, países como EEUU siempre han tenido una estrategia de país en cualquier conflicto, y pocas veces han perdido. ¿Serán capaces de mantener su dominancia tecnológica ante el emerger de Asia central que quiere recuperar la condición de zona más avanzada de la que disfrutó durante siglos? 

El tiempo ya no espera. La procrastinación no es un aliado. Como muestra, un botón en forma de comentario de Pony Ma, el fundador de Tencent, competidor de Alibaba, con apps como WeChat, el equivalente y mucho más de Facebook en China, con 980 millones de usuarios que pasan más de cuatro horas al día con la aplicación:

“In America, when you bring an idea to market, you usually have several months before competition pops up, allowing you to capture significant market share. In China, you can have hundreds of competitors within the first hours of going live. Ideas are not important in China – execution is.”


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Enrique Titos Martínezhttps://www.elalcazardelasideas.es/
Enrique Titos Martínez, (Granada, 1960). Casado y padre de 4 hijos. Economista graduado en UAM Madrid, postgrado en IESE Business School y en Kellogg Business University (EEUU). Ha desarrollado una trayectoria profesional en varios grupos financieros nacionales e internacionales, en las áreas financieras, de tesorería y seguros. Es consejero y consultor de innovación en varias empresas, experto en procesos de transformación, habiendo liderado grupos de trabajo sobre fintech, dinero digital y sistemas de pago. Creador del Consejos Asesor de Innovación Abierta (CAIA) en Caser Seguros (Grupo Helvetia). Cofundador y Director del grupo El Alcázar de las Ideas, Jurado de los Premios Knowsquare, Fundador y Presidente de la Asociación Alexandreia Club de Lectura, y fundador de Cineforum Mensajes de Cine.

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