Construir opciones para una vida de 100 años

Si pudiéramos simplificar la vida humana y representarla a través de dos dimensiones, espacio/entorno y tiempo, quizá diríamos que estamos viviendo una de las etapas de cambio más apasionantes de la Historia. Como consecuencia de la globalización y de los avances tecnológicos, sin duda estamos viviendo una etapa de cambio acelerado sin precedentes. 

Nunca antes como ahora habíamos considerado tanto la Tierra como nuestro espacio vital de referencia, entendido como ámbito que conocemos y seguimos, en el que vivimos, trabajamos, nos movemos y hacemos negocios de forma física o virtual. Dentro de su riqueza y complejidad, el mundo se ha convertido al menos en nuestra percepción en una realidad más cercana y palpable. No olvidemos que hace menos de 200.000 años éramos tribus dispersas de «homo sapiens» recolectores, limitados a vivir en zonas geográficas no muy extensas, y con relaciones esporádicas con otros grupos. 
Mucho menos hemos avanzado en ampliar nuestro tiempo de vida biológica, al menos hasta el siglo XX, y ello ha sido gracias a los avances médicos, mejores condiciones de vida y trabajo, junto con una mayor concienciación respecto a hábitos saludables. 
Como nuestro tiempo de vida biológica es relativamente corto (leyendas bíblicas aparte como Matusalén), tendemos a no ver la evolución con suficiente perspectiva. Nos parece que la esperanza de vida cambia muy, muy lentamente. Algunas corrientes extremas del transhumanismo hablan que de vamos a vencer la muerte y que los avances tecno-científicos acabarán con ella: a fin de cuentas la muerte biológica es una enfermedad producto de un deterioro y fallo en cadena de los componentes que conforman el cuerpo humano. 
Pero el objetivo no es entrar en debates cuerpo-alma, sino reflexionar sobre lo que ya comenzamos a palpar: una vida de 100 años o más empieza a ser una realidad general cada vez más cercana y sus implicaciones en las personas, en la sociedad como la conocemos, en los trabajos o en las relaciones personales es simplemente enorme. Aún más si como parece se reducen los períodos de senectud. Si además unimos una mayor longevidad biológica con el nuevo marco creado por la globalización, la competencia y el cambio tecnológico y sus efectos en nuestro espacio vital, tenemos todos los ingredientes para una nueva Etapa (mayúsculas).

Woody Allen dijo «me interesa el futuro porque es el lugar donde quiero pasar el resto de mi vida». ¿Por qué no pensar en cómo puede afectarnos una vida de 100 años en un contexto globalizado y  de cambios acelerados por los avances en ciencia y tecnología?
Démonos cuenta de que ésta es una cuestión personal. No responderá lo mismo una persona nacida en 1997, en 1980, o en 1955. Es posible que la primera tenga una vida más larga, pero es casi seguro que todas ellas acabarán viviendo más años que la esperanza de vida que respectivamente tenían cuando nacieron. Por tanto, sus actitudes ante el futuro han de ser diferentes ahora, en 2018. A continuación esbozaré una semblanza general de estos posibles perfiles que permite una cierta extrapolación.
La persona nacida en 1955 ahora tiene 63 años. Puede estar prejubilada o cerca de la jubilación, no le queda mucho tiempo para trabajar por cuenta ajena, posiblemente ha construido una familia cuyos hijos están cerca de independizarse, ha trabajado con relativamente pocos períodos de paro, seguramente sin cambiar de sector y ha construido una cierta autonomía financiera para vivir una vida algo más larga. Recibirá una pensión pública en pocos años, que complementará con sus ahorros.
La persona que nació en 1980 tiene ahora 38 años. Vive con su pareja, están pensando en tener su primer hijo, quizá no han comprado aún su primera vivienda y siguen de alquiler. Ambos trabajan, aunque han cambiado de empresa y trabajo en varias ocasiones, y en algún caso trabajan en ciudades distintas durante períodos. Tienen una vida económicamente holgada sin excesos. Saben que tienen que estar preparados para los cambios y se forman con cierta frecuencia para mejorar su empleabilidad. Aún no ven cercano el horizonte de la jubilación y no quieren pensar en ello, pero no cuentan con que la pensión pública sea una solución para ellos. Saben que tendrás que trabajar más allá de los 65 años para financiar una vida más larga. 
La persona nacida en 1997 tiene ahora 21 años, está terminando una carrera que decidió demasiado pronto en una vida que no le ha forzado a madurar temprano. Trabajar es una prioridad pero no sabe si le gustará lo que encuentre. Además, sabe que los contratos serán temporales o fácilmente rescindibles y no sabe si trabajará en su país o en otro. No piensa que en pocos años vaya a construir una familia como hicieron sus padres que ahora tienen 50 años. Quizá no lo sabe y seguramente no ha pensado en ello, pero tampoco se va a jubilar a los 67 años, la pensión pública será residual (¿quizá sustituida por un mínimo vital o renta básica?), va a tener una vida biológica más larga y saludable plena, va a estar temporadas en paro o en años sabáticos para reconducir su vida, va a cambiar de sector, de empresa y y país de trabajo, es posible que trabaje más tiempo como autónomo que como empleado por cuenta ajena, va a tener que autoformarse (buscando en qué formarse), puede que tenga hijos, pero será más tarde y deberá complementarse con su pareja para cuidar y hacer crecer a sus pequeños. 
Para la primera persona es fundamental abordar el futuro pensando en desarrollar y cuidar relaciones emocionales, a su pareja, familia y amigos,  y al tiempo, usar la experiencia acumulada para aportar a proyectos en los que participa, aunque quizá no ya en la línea de responsabilidad directa, o incluso para iniciar nuevos proyectos donde su experiencia unida con su visión de futuro le hacen mucho más valioso que cuando era más joven. Sigue no obstante formándose porque sabe que es fundamental para su adaptación.
La segunda y tercera personas deberían ser conscientes de que van a vivir una vida más larga donde los cambios les afectarán más profundamente. Para ellos es fundamental adaptarse de forma continua al nuevo marco determinado por los avances tecnológicos y la globalización y sus efectos en el trabajo. Han de ver las oportunidades y riesgos de los trabajos nuevos frente a los tradicionales en curso de cambio, de modo que se mantengan activados profesionalmente, ingresando dinero vivir una vida más coherente con sus principios. También es posible que cada vez más personas, al menos en una parte de su vida,  se sientan atraídas por proyectos de alcance social, donde ganar dinero no es lo prioritario.
Más que nunca, ahora:

If you don’t design your own life plan, chances are you’ll fall into someone else’s plan. And guess what they have planned for you? Not much.  

Jim Rohn

Dwight D. Eisenhower elocuentemente dijo «in preparing for the battle, I have always found that plans are useless, but planning is indispensable».

 Dwight D. Eisenhower 
Una vida más larga, sea o no de 100 años, rompe la secuencia predecible que la generación anterior a los nacidos en 1955 tenía: razonablemente se terminaban los estudios universitarios cerca de la veintena, trabajo de por vida hasta los 65 en la ciudad propia o en el país, y una vida restante relativamente corta en una actitud más de descanso que de actividad. Ahora, el número de etapas vitales se incrementa, las etapas son más discontinuas, o duran más. Ante este panorama es sobre todo necesaria una actitud diferente respecto al modo de vida anterior. Una actitud explorativa, curiosa, empática, planificadora, al tiempo que resiliente ante los reveses. 
La vida de 100 años no afecta sólo a las personas, sino a la sociedad en sentido amplio.

Pensemos que pasaremos de una vida de cohortes o grupos de edad relativamente cerrados (los veiteañeros, los sesentones,…) a una mayor hibridación multigeneracional. En las familias volverán a convivir hijos con padres, abuelos y quizá hasta bisabuelos. Las etapas de la vida dejan de ser secuenciales (estudio/trabajo/jubilación) sino que se convierten en intercambiables: la formación es más continua, tenemos períodos de parada o sabáticos para reorientarnos, saltamos de un sector a otro, y sobre todo, trataremos de jubilarnos más tarde. Sobre todo, habremos de desarrollar una identidad más compleja y al tiempo rica, más acorde con la pléyade de cambios y experiencias a los que nos da opción una vida más larga y cambiante. Es posible que dejemos de ser durante nuestra vida activa sólo funcionario, médico o abogado conforme se van desplegando nuevas posibilidades y retos.

Los gobiernos han de planificar las necesidades de sus poblaciones y preverlo en sus políticas, así como el desarrollo del pool de talento que son sus poblaciones. Las empresas no pueden pensar sólo en las personas jóvenes como reemplazo de los que van cumpliendo años, y han de apostar por el reciclaje continuo de capacidades en todas las edades. Los sistemas educativos han de combinar la educación de partida con el aprendizaj continuo (lifelong learning). Todos los países están en esta misma «competición» por actualizar su talento, con independencia de su nivel de desarrollo relativo. El futuro triunfo o el fracaso de las naciones dependerá en buena medida de la visión y acción de sus gobernantes ante la irreversibilidad de las consecuencias de una vida de 100 años.

Tres son las principales acciones que las personas tenemos ante nosotros ante una vida de 100 años:

1) De una parte, hemos de ser conscientes que que vamos a necesitar más recursos financieros para una vida más larga, y además, una creciente proporción habrá de ser autogenerada ya que las pensiones públicas no serán una solución. Por tanto, hemos de planificar la construcción de activos financieros y para ellos será indispensable mantener actualizadas competencias valiosas que nos hagan útiles ó únicos, manteniendo una reputación y reconocimiento que nos haga candidatos a las oportunidades que surjan.

2) Ante una vida de cambio más continuo y acelerado que afecta a las empresas como empleadores fundamentales de las personas,  nos corresponde invidualmente tomar responsabilidad de cuándo y en qué formarnos durante nuestra vida activa, decidir los cambios de rumbo cambiando de sector, empresa o puesto, incluyendo el desarrollar como emprendedores o autónomos nuestros proyectos.  Nada va a seguir igual y las personas habremos de estar en un modo de aprendizaje continuo. A esto lo llamamos construir continuamente nuestros activos transformacionales.

3) Finalmente, y especialmente en las etapas de menor actividad profesional, será clave contar salud, una vida equilibrada y una agenda de relaciones y amistades regenerativas que permitan reforzar nuestro vínculo emocional con las personas y compartir proyectos o experiencias. Son activos vitales e intangibles, sin duda no menos importantes que tener dinero para una vida más larga. 

En teoría financiera una opción es un derecho a comprar un activo a precio fijo durante un período determinado y el precio de la opción es tanto mayor cuanto más largo es el período, ya que a más plazo más incertidumbre. La forma en la que actúa cada uno de los tres grupos de edad que a que antes nos referimos refleja las opciones que está eligiendo. En particular, el grupo de 18 a 30 años (la post adolescencia), el grupo de los tres que tiene más vida por delante, está demorando decisiones «clásicas» que antes asociábamos con la madurez (trabajar, casarse, tener hijos, comprar una vivienda) no sólo porque no pueden, sino porque además están construyendo sus propias opciones invirtiendo en relaciones, contactos, exploración, experiencias o nuevas habilidades, particularmente aquellos que son creadores de opciones de futuro. Son los nuevos Yahos («Young Adults Handling Options»).

Por tanto, está en cada persona el «construir opciones» con su actitud y acciones para que una vida de 100 años no se convierta a algo parecido a la maldición de Ondyne, la ninfa que condenó a su marido a no dormir nunca por haberle sido infiel con otra mujer. Una vida de 100 años es sólo la evolución natural de un proceso donde el homo sapiens se encuentra ante una nueva fase de su adaptación vital. Para nosotros es especialmente importante: se trata de nuestra propia vida. 

Este es mi pequeño tributo al libro «La Vida de 100 años», que ya reseñé brevemente hace unos meses y cuya lectura me parece obligatoria para cualquier persona. 

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Enrique Titos Martínezhttps://www.elalcazardelasideas.es/
Enrique Titos Martínez, (Granada, 1960). Casado y padre de 4 hijos. Economista graduado en UAM Madrid, postgrado en IESE Business School y en Kellogg Business University (EEUU). Ha desarrollado una trayectoria profesional en varios grupos financieros nacionales e internacionales, en las áreas financieras, de tesorería y seguros. Es consejero y consultor de innovación en varias empresas, experto en procesos de transformación, habiendo liderado grupos de trabajo sobre fintech, dinero digital y sistemas de pago. Creador del Consejos Asesor de Innovación Abierta (CAIA) en Caser Seguros (Grupo Helvetia). Cofundador y Director del grupo El Alcázar de las Ideas, Jurado de los Premios Knowsquare, Fundador y Presidente de la Asociación Alexandreia Club de Lectura, y fundador de Cineforum Mensajes de Cine.

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