Ciudades inteligentes: ciudades sostenibles e integradoras

Es un hecho que se está incrementando la población urbana. ¡Horror! Dicen muchos, que prefieren vivir en el campo o en un pueblo. Lo expresan, sí, pero a tenor de las estadísticas, parece que se dice más de lo que se hace, o que sólo se aplica unos pocos días al año, o que sólo lo materializan quienes han alcanzado un determinado nivel patrimonial. Vivir en las zonas rurales puede ser una opción válida cuando se opta por un retiro, pero no tanto cuando se quiere investigar, innovar, crear, desarrollar, interactuar, etc. Insisto: digo vivir, no pasar unas vacaciones o una temporada. 


Población rural y urbana (en millones)
Fuente: UN World Urbanization Propects

Las ciudades, desde sus orígenes, han sido centro de innovación económica, política, urbanística, cultural y social. Son los motores de las economías de los países y las proveedoras de bienes y servicios públicos decisivos para el bienestar y la cohesión social de sus habitantes. Las ciudades proporcionan economías de aglomeración generadoras de externalidades positivas derivadas de la concentración espacial a gran escala de actividades productivas y de personas.


El modelo de “concentración” ha funcionado, al menos hasta ahora, momento en el que muchas de las grandes ciudades se encuentran en un punto de inflexión en cuanto a sostenibilidad y ganancias de bienestar se refiere. Las externalidades negativas (congestión, contaminación, exclusión, etc.) estarían comenzando a reducir las eficiencias económicas de las ciudades, creando tensiones sociales e impactos ambientales. Soy un claro defensor de las grandes ciudades y apuesto por un aumento de su tamaño como elemento dinamizador del desarrollo, pero hemos llegado a un punto en el que se hace necesario que se transformen en “ciudades inteligentes”, esto es, que se apalanquen en las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), un conjunto de herramientas que hacen posible la existencia de las Smart Cities.

Las TIC se ponen al servicio de las ciudades para contribuir de forma costo-efectiva a mejorar la calidad y la eficiencia de la gestión de de los recursos y de la provisión de servicios de carácter o ámbito municipal. El gran reto es la adaptación e integración de infraestructuras y procesos tradicionales ya existentes y en funcionamiento a unos inteligentes y conectados (IoT). La premisa inicial de una Smart City es su condición de ciudad conectada con la intención de conseguir a través de objetos interconectados (IoT) gran cantidad de datos (Big Data).

Sólo las ciudades inteligentes garantizan la sostenibilidad, el aumento general del bienestar y la reducción de las desigualdades (recuerden, la tecnología ha de ser ser PSI, con la I de “Inclusión”, condición que deben garantizar las ciudades inteligentes). Las ciudades deben experimentar un transformación digital en favor de la sostenibilidad, la eficiencia y el bienestar de sus habitantes… ¡y visitantes! Porque sí, parece que hemos entrado en una fase en la que el turismo urbano está saturado. Haciendo más inteligente una ciudad ésta podrá hacer más sostenible el nivel de visitantes e, incluso, absorber un mayor número de ellos.



Sé que muchos de ustedes, a medida que van leyendo están “torciendo el morro”, removiéndose en la silla o negando con la cabeza. Les aconsejo que lean este libro (uno de cuyos autores, Diego Vizcaíno expuso las principales conclusiones en un reciente encuentro de El Alcázar de las Ideas) para profundizar en el concepto de ciudad inteligente, ya que es posible que cambie de opinión, al menos en algunos aspectos.

Uno de los más controvertidos, como suele ser habitual en todos los campos económicos, es la financiación de esta transformación de la ciudad. Los autores abogan por el protagonismo de las fuentes alternativas a las tradicionales tasas e impuestos. Así, se debe considerar dedicar los ahorros generadores por las ganancias de eficiencia o los beneficios de la comercialización de las soluciones smartdesarrolladas por las empresas y testadas en los entornos reales de las ciudades. O las ganancias derivadas de la puesta a disposición en formato abierto de la ingente cantidad de datos generados por los dispositivos TIC personales y profesionales, así como por las múltiples redes de sensores desplegados en la ciudad por las Administraciones públicas locales y por las empresas y ciudadanos (nuestra “huella digital”). En definitiva, el denominado Open data. Un paso más del concepto de “software libre”, que entronca con Open innovation y que dinamiza el gobierno abierto (Open government). Las TIC, a través de una ciudad inteligente, para mejorar, vía Big Data, el gobierno abierto.

Pero la tecnología no es la única solución a los problemas urbanos (las tecnologías por sí mismas no hacen a las ciudades inteligentes). Una ciudad inteligente promueve y facilita la participación y colaboración de los ciudadanos en la creación y en la mejora de los servicios públicos y en la ganancia de robustez por parte de la transparencia y la rendición de cuentas. Es necesario transformar, además de la planificación, la gestión y la regulación, la percepción y el comportamiento del ciudadano, quien debe ser, según los autores, protagonistas de todas las iniciativas; debe ser un Smart Citizen conectado. El ciudadano en el centro: esfuerzo colectivo de los habitantes de una Smart City en lugar de un Top down desde las autoridades municipales. La tecnología ya está aquí, lista y preparada esperando a que lo estén las Administraciones públicas y el ciudadano.

Pero además de máquinas, administraciones públicas y ciudadanos necesitamos arquitectos para conseguir ecosistemas urbanos sostenibles. Sería interesante contrastar si en las Universidades en los planes de estudios se están incorporando ya asignaturas vinculadas a las ciudades inteligentes. Un dato: más del 50% del área que será urbana en 2030 no ha sido aún construida.

La ciudad del S-XXI se está conformando como un lugar de concentración de capital creativo e innovador que busca la prevalencia del bienestar de los ciudadanos y el aprovechamiento del espacio público para las personas que habitan en ella, transitan o la visitan. En una ciudad inteligente las tecnologías digitales se traducen en mejores servicios públicos para los ciudadanos, un mejor uso de los recursos y un menor impacto sobre el medio ambiente. Con capacidad predictiva, de análisis y reacción cercana al tiempo real de todos los servicios de la ciudad de forma conjunta.

Este libro está cargado de ejemplos prácticos, ya aplicados, que permiten hacerse una idea de cómo se materializa una ciudad inteligente. “Ver para creer” es lo que muchos ciudadanos necesitan para conocer las bondades de las innovaciones sobre las que se está construyendo la ciudad del S-XXI. Lea este libro y observe los cambios de algunas ciudades…

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David Canohttps://www.elalcazardelasideas.es/
David Cano Martínez 46 años, casado y con 3 hijos. Licenciado en Dirección y Administración de Empresas por la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) y Máster en Finanzas Cuantitativas por Afi Escuela de Finanzas es socio de Analistas Financieros Internacionales y Director General de Afi Inversiones Globales, SGIIC, empresa especializada en la gestión de carteras y el asesoramiento a inversores institucionales, fondos de inversión y fondos de pensiones. Más de 20 años de experiencia profesional en análisis económico internacional y gestión de carteras. Coautor de una docena de libros de mercados financieros y economía y de más de un centenar de artículos sobre macroeconomía, gestión de carteras, activos financieros, fondos de inversión, derivados, política monetaria y finanzas empresariales. Es profesor de los más prestigiosos centros de postgrado en finanzas españoles, entre ellos, Afi Escuela de Finanzas, y colabora habitualmente en los medios de comunicación. Tweco en la sección mercados financieros de forma ininterrumpida desde 2016 (@david_cano_m). Miembro del jurado de los premios Knowsquare y del Club de Lectura Know Square. Fundador del grupo de reflexión Los Siete del Prado (L7dP).

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