Las personas no decidimos de forma racional, y mucho menos cuando existe un cierto grado de incertidumbre o la decisión implica una probabilidad de pérdida. Tenemos aversión al riesgo, preferimos evitar las pérdidas, aunque la probabilidad de ocurrencia sea baja. Por cierto, tendemos a sobrestimar las probabilidades de ocurrencia cuando éstas sean reducidas (accidente de avión, siniestro, etc).
Las personas tenemos inercia. Cometemos errores, nos dejamos llevar por las tentaciones, por el exceso de optimismo o de pesimismo, por la pereza, por los prejuicios…. en definitiva, por el sistema automático de toma de decisiones. Además, en ocasiones, el número de alternativas entre las que tenemos que elegir es muy elevado. Cuantas más opciones des, más ayuda debes prestar (piense en esa carta de un restaurante con múltiples páginas y cientos de referencias de vinos).
Nadie es perfecto, así que ¿no sería nuestra vida un poco mejor si unas pistas nos facilitaran tomar mejores decisiones?. Un “nudge” o “acicate” es lo que proponen Thaler y Sunstein. Una pequeña, sutil e insignificante intervención que, preservando la libertad de los individuos para elegir y decidir, pueda impactar en su comportamiento. Un “nudge” tiene que ser sencillo, barato y no puede obligar ni prohibir nada. El punto débil es la sospecha de manipulación o el hecho de que más que una pista, guía o empujoncito sea un manotazo o codazo descarado.
De aplicación en múltiples campos, desde la economía a la salud, pasando por el asesoramiento financiero, la seguridad, la política o la sociología. Hay muchos ejemplos de “nudge”. Una oficina diseñada como espacio abierto y diáfano, lo que facilita la interacción de los empleados pero también evita en cierto modo el sedentarismo excesivo. La pantalla de una cinta de correr que motiva a medida que vas quemando calorías o los mensajes y fotos en una cajetilla de cigarrillos que animan a no fumar. También colocar la comida sana a la vista en un buffet haciendo lo contrario con la que tiene un mayor contenido en grasas. La renovaciones automáticas, las opciones por defecto o la necesidad de llamar para anular un servicio o suscripción son magníficos ejemplos de “nudge”. Y, lógicamente, el diseño del entorno.
Para mí uno de los empujoncitos que más me gusta es esbozar una sonrisa mientras se habla. Y es que los humanos somos muy influenciables por los propios humanos.
En conclusión, lectura recomendable, especialmente las primeras 100 páginas. El resto son ejemplos de Estados Unidos que pueden resultar un poco reiterativos, pero que sirven para pensar en “nudges” actuales o potenciales.
Enhorabuena David por la detección temprana de una obra fundamental y por darla a conocer aquí. Varios meses más tarde Thaler recibe el Premio Nobel de Economía por sus investigaciones sobre el comportamiento de los agentes individuales. Cada vez más la macro depende más de las microactuaciones de la masa de inversores que operan en los mercados. Otro temas es cómo estos son influidos por los medios de comunicacion digitales y redes, por no hablar de los algoritmos automáticos que aparentemente ya representan un porcentaje enorme de la negociación diaria en los mercados financieros.